¡Comprad muchas cervezas que ya hace caloret!, escribo en el grupo de wasap que hemos creado (cuatro madres y yo) para organizar el cumple de mi hija y varios niños más, en un parque del Eixample. Es casi verano.

Yo me ocupo, entretanto, como un ninja —es un decir— de los bocatas de jamón serrano y los sándwiches de nocilla. Pero parece que no soy un ninja lo suficientemente habilidoso… porque ya es más del mediodía, las tres y… ¿Pepe, dónde estás? Solo faltas tú. Ya estamos todas.

Al llegar al parque y contemplar la mesa donde han dispuesto todo me doy cuenta de: a) que la proporción de mis bocadillos comparada con la que han preparado otras madres es de 3 a 1 (a mí favor) y b) que sí, que hay cervezas, montones… ¡sin alcohol! Una rubita sonriente, que de algo conozco y que le acaricia el cabello a un skater tatuado —para que lo vea yo bien—, ha sido la responsable. Jaja qué risa, pienso. Pero tampoco me da mucho tiempo a pensar porque me llaman por teléfono y sí o sí me tengo que ir corriendo al Fórum. El espectáculo del lobby del Hilton Diagonal Mar es diamantino. Y allí aparece mi colega G. con bañador y toalla y me enseña unas cuantas fotos de la piscina. Y dice: “Rusas millonarias. ¿Te vienes?”.

No, no, no me puedes hacer esto, man. Hoy no.

De vuelta en el parque, el panorama no ha cambiado: necesitamos cerveza fría. Mucha. Así, me presto a echar la tarde yendo y viniendo del chino. ¿Cuántas más? 12. ¿Cuántas más? 18. Me convierto en el mejor amigo de los papás. A quienes cuento que, ahora mismo, en el hotel Hilton… ¿Cuántas más? 24. ¡Oído, barra! Hace caloret. Venga, mejor ponme 30.