Hace escasos días, Barcelona se despedía de uno de sus iconos LGTBIQ más conocidos. Hablo de Carmen de Mairena, pionera transformista. Fue una de las personas que estuvo presente en la primera manifestación por los derechos LGTBIQ, cuando aún no se identificaba como Carmen públicamente. Mostró su descaro ante todo un país delante de las cámaras y a todes nos viene su cara a la mente cuando alguien dice su nombre. Pero, ¿quién era realmente Carmen de Mairena?

Nació en 1933 en el barrio de Gracia de Barcelona. En sus épocas de juventud empezó a debutar como artista de variedades en diversos locales de la capital catalana pero por aquel entonces mantenía su deadname, Miguel Brau Gou. Sus espectáculos no carecían de maquillaje, vestuario llamativo y actitud amanerada. Todos estos complementos formaban parte de un movimiento que empezaba crear pequeños huecos de libertad gay protagonizado por los “estilistas de la canción”. Así es como se conocían popularmente a aquellos hombres que hacían espectáculos imitando a cantaoras y mostraban lo que era el transformismo. Los nombres más conocidos son Antonio Amaya, Pedrito Rico, el propio Miguel Brau y “El Titi de Valencia”, autor del primer himno gay español “Libérate”.

Hasta aquí la vida le iba muy bien, pero el amor llegó en épocas de Franco. Gracias a la ley de vagos y maleantes fue detenide junto a su amante, Pedrito Rico. En la cárcel, como debéis suponer, no eran muy amables, y menos con un hombre que hacia performance artísticas y había llegado allí por ser homosexual. Las torturas que sufrió en las detenciones la apartaron de los escenarios.

En los 70 empezó a cambiar su cuerpo para adoptar imagen de mujer. Fue entonces cuando nació Carmen de Mairena. Las múltiples explicaciones que daba cuando le preguntaban acerca de su cambio físico carecen de credibilidad. Que si se enamoró de un hombre bisexual y se cambió de aspecto para gustarle más pero luego la dejó por una mujer sin pene, que si para el sexo un cuerpo así era más exótico y se ligaba más, que si se ahorraba tiempo en la preparación de sus shows si venia así de casa… Creo que son respuestas de una persona cansada de dar explicaciones, etiquetada por esa decisión y que, a pesar de sentirse mujer, no lograba identificarse como trans. Supongo que os podéis imaginar el dolor que genera odiarse a une misme por culpa de la educación social recibida.

Carmen de Mairena, a pesar de sentirse mujer, no lograba identificarse como trans. Supongo que os podéis imaginar el dolor que genera odiarse a une misme por culpa de la educación social recibida. Esa transfobia hacia sí misma era el reflejo de la sociedad en la que sobrevivía.

En esos años no existía una cultura de género, no se habla de orientaciones sexuales o identidades. Si no se habla de un tema, no existe. La transexualidad era desconocida, incluso para las personas que lo eran. Esa transfóbia hacia sí misma era el reflejo de la sociedad en la que sobrevivía. Su tránsito fue pasando con inyecciones de silicona clandestinas, cirugías anti-higiénicas y hormonación ilegal. El cambio físico no gustó a su público y se vio hundida en el fracaso. Empezó a prostituirse por El Raval mientras le tendía la mano a Javier Cárdenas, un perla. Este la ayudó a aparecer en programas de televisión como “Al ataque” (Antena 3) o “Crónicas Marcianas” (Telecinco). Las apariciones televisivas ayudaron a visibilizar la transexualidad, aunque también acabaría apareciendo en películas (algunas de ellas pornográficas).

Cuando dejó las cámaras un poco de lado, siguió flirteando con la prostitución, hasta que se le fue de las manos. Fue detenida en 2006 y 2008 por cooperar con grupos proxenetas alquilando habitaciones de su vivienda a mujeres obligadas a prostituirse. Fue la única persona puesta en libertad en ambas detenciones porque no había riesgo de fuga. Defendía el trabajo sexual dado que ella lo practicaba, pero al parecer no se preguntaba si otras lo hacían por gusto.

Recuerdo ver a Carmen de Mairena diciendo sus refranes con ciertas connotaciones sexuales por televisión, seguido de gritos y carcajadas de señoras que iban de público para no tener que aguantar a sus maridos durante un rato. No lograba entender por qué aceptaba ir a esos programas, me daba la sensación de que se burlaban de ella. No me imagino lo que cobraría por programa.

Esta es la historia de una mujer que buscaba el éxito y la fama a toda costa, pero fue valiente al mostrarse tal y como era en una época de duras represiones y prejuicios. Eso la convierte en un icono trans de la otra Barcelona, aunque tomó malas decisiones que llegaron a perjudicar a personas externas.

Esta es la historia de una mujer que buscaba el éxito y la fama a toda costa, pero fue valiente al mostrarse tal y como era en una época de duras represiones y prejuicios. No quiero endiosarla, ni mucho menos. Tomó malas decisiones que llegaron a perjudicar a personas externas, cosa que para mi no tienen perdón. Aun así, intento hacer un ejercicio de empatía y ponerme en el lugar de una mujer transexual maltratada, evocada a la prostitución y educada en una sociedad que la castigaba por ser cómo era. Eso la convierte en un icono trans de la otra Barcelona, la que esconden a los turistas, la que gentrifican sin ir a la raíz del problema. Con esto no pido tolerancia y perdón absoluto por sus condiciones vitales, pero si una reflexión sobre nuestros propios juicios.


Barcelona se despedía de uno de sus iconos LGTBIQ.