Despertadme cuando se termine septiembre
Un texto tan cursi como la canción de los Green Day

Septiembre en la Ciutat Comtal. Los árboles se ponen medio amarillos. El suelo se llena de hojas haciendo que sea más fácil resbalar mientras corres hacia el trabajo. Llueve y vas en chanclas. Alguna guiri se pone medias transparentes y brilla bajo del sol del mediodía, sudando. Te constipas. Hay un escenario montado en tu barrio porque es 11 de Septiembre. Hay más escenarios montados en tu barrio porque son el 23, el 24, el 25, el 26 y el 27 de Septiembre. Y claro, hay que celebrar el festivo religioso como Dios manda, porque todo el mundo sabe que a la Virgen de la Mercè le gustaba el indie-rock. Entonces llueve, porque Santa Eulalia está triste, porque le podrían hacer a ella estas grandes fiestas con fuegos artificiales, pero su festivo cae en febrero y ¿quién quiere ir a ver fuegos artificiales en febrero? Claro que el alma que cambió de patrona en 1868 sabía mucho y quería marcha. Marcha en septiembre cuando aún hay caloret y estamos todos medio morenos (literalmente medio, ¿no os pasa que tenéis algunas partes del cuerpo color caribeño y otras color sueco?). Bueno, a pesar de todo septiembre mola. Y no lo digo por las fiestas. Lo digo por el inicio del año lectivo.

[quote align=»left»]»El 11 de septiembre: una especie de combinación entre el humanismo de Braveheart pero sin hombres con falda y playas de agua cristalina y temperaturas tropicales: ¿cómo no enamorarse?»Antes de seguir con esta explicación, tengo que hacer una pequeña declaración de intereses. Aparte de pertenecer al 7% de la población mundial que pudo estudiar en una universidad, pertenezco también a esa pequeña elite de afortunados que vino a estudiar un semestre a Barcelona. Y llegué en septiembre de la década pasada. Sé perfectamente qué piensan el Lorenzo, el Conor y la Anja, que buscan habitación en el centro de la ciudad con su castellano básico de supervivencia. Entiendo que estén dudando sobre si la tarjeta SIM prepago que compraron es en efecto la más conveniente. Y cómo fliparon el 11 de septiembre con este pueblo romántico en fase de autodeterminación. Una especie de combinación entre el humanismo Braveheart pero sin hombres con falda y playas de agua cristalina y temperaturas tropicales: ¿cómo no enamorarse? Luego, están los conciertos gratis. En mi año The Hives tocaron a pocos metros de mi puerta. Este año habrá Crystal Fighters. Y els gegants. Y els castells. Barcelona lo da todo en septiembre, como esa gente que lo da todo en la primera cita. Luego tienes que esperarte hasta febrero o marzo para tener el mismo subidón –que viene con las calçotades. Los meses de en medio son bastante regulares (no, el caganer no enamora).

Esto para decir que, tras meses de llegadas masivas de turistas que vienen a beber sangría, hacer selfies y comprar recuerdos en el Gótico, en septiembre empiezan a llegar estudiantes de fuera que también vienen a beber sangría, hacer selfies y comprar recuerdos en el Gótico, pero lo hacen solo durante la primera semana. A la segunda ya se enamoran de la ciudad y juran que no vuelven a poner los pies en una discoteca del puerto olímpico. Y se apuntan a clases de catalán. Y admiran a Ada Colau. Y nosotros ganamos unos cuantos más. Y cuantos más somos, mejor.