Prefijos preferidos

“La palabra ‘cambio’ es de las más disputadas. Siempre he pensado que en esta contienda no se trata tanto de inventar palabras nuevas como de ‘re-significar’ las que tenemos.” (Entrada en Facebook del 23 de octubre de 2015).

En otro artículo sobre los discursos de Podemos (“El cambio estático de Podemos”) comenté que la palabra “cambio” es una de las que más se utilizan y que menos “cambian” en las campañas de los partidos de cualquier color político. Está estadísticamente demostrado que quien logra apropiarse de ella tiene más posibilidades de ganar las elecciones. Por esta razón es una de las más disputadas. Pero lo que me interesa de esta entrada de Ada Colau es el hecho de “re-significar”. Por dos razones.

Por un lado, porque pone de relieve que las palabras cambian de significado según quién y cómo las utilice. Un ejemplo paradigmático fue Bush llevando la “democracia” a Irak, lo cual transmutó el significado de “forma de gobierno en la que el poder es ejercido por los ciudadanos” a “invasión, ocupación, saqueo y caos generalizado, posterior guerra civil y más de un millón de muertos”. Sin duda, una extraña forma de democracia.

Por otro lado, porque el “cambio” semántico de Ada Colau se expresa gramaticalmente con el prefijo re-: “¡Mujeres votemos y ‘reapropiémonos’ de esta política que aún hoy es machista!”, (entrada del 16 de diciembre de 2015). Pero también “re-municipalización del agua” o el muy habitual “re-generación democrática”. En un tiempo en el que no se trata tanto de exigir nuevos derechos sino de conservar los que ya tenemos, el prefijo re- se opone al prefijo favorito de la estafa neoliberal: des-. El primero denota repetición (reconstruir), movimiento hacia atrás (refluir), intensificación (recargar) y, por último, oposición o resistencia (rechazar, reprobar). El segundo implica la negación o inversión del significado (deshacer), la privación (desabejar), exceso o demasía (deslenguado) o estar fuera de (deshora). Por esta razón, “desahucio”, “despido” o “desregular” son algunas de las palabras más utilizadas por los heraldos del “no tenemos otra alternativa”. Pero sí que la tenemos. Es el cambio de Colau. Aunque, al menos desde el punto de vista de los prefijos, sea una re-petición.
Paranomasia o para qué

La paranomasia es la figura retórica que consiste en emplear palabras fónicamente parecidas o iguales pero con un significado distinto. Una figura muy común entre los conceptistas y en el estilo barroco: “El erizo se irisa, se eriza, se riza de risa”, (Octavio Paz, “Trabajos del poeta, V” en Libertad bajo palabra, 1949). Y también en los discursos de Ada Colau: “En Comú Podem no puede votar una propuesta ‘para las derechas’, sino una ‘para los derechos’”, (entrada del 4 de marzo de 2016). O en la entrada del 17 de abril de 2016: “No hay que cambiar una ley que ‘funciona’, sino el gobierno en ‘funciones’ que pretende impugnarla”.
O, uno de mis favoritos, en el que a la paranomasia se suma un casi quiasmo y un retruécano: “Que los gobiernos dejen de amenazar con el ‘Efecto llamada’. Lo que necesita Europa, urgentemente, es una ‘Llamada al afecto’”, (entrada del 28 de agosto de 2015). La paranomasia es una de las formas de lo que comúnmente llamamos un juego de palabras. El problema es que se quede en un mero juego, en un eslogan cuyo sonido no nos deje escuchar el sentido (en caso de que lo tenga).

Hipérbole o no dar pie con bola

En algunos momentos, el discurso de Ada Colau nos puede parecer ingenuo por sus pretensiones, incluso infantil. Y uno de los recursos que más utilizan los niños es la hipérbole, que enfatiza un hecho agigantándolo. El defecto es lo que vulgarmente expresamos con “se ha pasado tres pueblos” y una falta de credibilidad. He aquí algunos ejemplos: “Las gangas inmobiliarias, fruto de desahucios, son pisos manchados de sangre”, (entrevista con Jordi Évole). O, en un artículo en El País: “Desde aquí hacemos un llamamiento a todos los partidos políticos a votar a favor de la iniciativa legislativa popular y tramitarla de manera urgente. Si no lo hacen, les señalaremos como responsables del ‘genocidio financiero’ que estamos sufriendo y tendrán que atenerse a las consecuencias”. En el primer ejemplo, se toma una parte por el todo: “algunos” pisos efectivamente estarán manchados de sangre, pero no “todos” los pisos. En el segundo ejemplo, a la hipérbole se suma un desvarío conceptual bastante irresponsable al utilizar “genocidio” para referirse a las ejecuciones hipotecarias. Unas ejecuciones que, por muy dolorosas que sean, no tienen nada que ver con el pelotón de fusilamiento. En estos casos, el efectismo juega en contra del discurso porque le hace perder credibilidad.

Feminismo o fe en lo mismo

Vivimos en un mundo machista y patriarcal. Tenemos que feminizar el mundo. Pero, de la misma forma que en el machismo el “hombre” es el epicentro, no llegaremos muy lejos si consideramos que en el feminismo la “mujer” es el epicentro. En una entrada del 8 de marzo de 2016, Ada Colau escribió: “Estas mismas redes de solidaridad, amor y esperanza que tejían nuestras abuelas son las que hoy muchas mujeres (‘acompañadas’ de muchos hombres) continúan tejiendo en las playas del mar Egeo, (…) porque es así como ‘traemos la vida al mundo y como seguimos garantizándola’. Por eso no podemos permanecer calladas cuando acabamos de enterarnos de que los gobiernos europeos han decidido cerrar el paso a las personas refugiadas, ‘muchas de ellas mujeres y niñas’, que huyen de la guerra, el hambre, las violaciones, la pobreza, el abuso y la violencia ‘practicadas mayoritariamente por hombres’ en otros países”. La metáfora del tejido es muy acertada, pero se circunscribe a las mujeres. Son ellas quienes traen la vida al mundo y la garantizan. Los hombres no tejen, sino que ‘acompañan’ a las mujeres. Pero, por el contrario, cuando los hombres practican la violencia no están ‘acompañados’ de ninguna mujer. También se pasa por alto que el gobierno europeo que tiene más peso en estas decisiones está presidido por una mujer, Angela Merkel. Si en este discurso u otros parecidos, se sustituyera “mujer” por “hombre”, sería tildado de machista. Entonces, ¿habrá cambiado algo?

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»]Ilustración de Ivan Cuadros