El primer paso para superarse es darse cuenta de que más bajo no se puede caer. Nuestro equipo había regresado a la senda de la derrota abultada, aun sin haberla abandonado nunca. Fue bajo ese contexto de abnegación profunda que surgió la idea de rediseñar la táctica partiendo de una idea irrefutable: somos el rival más débil. Para nuestro enfrentamiento contra el líder de grupo planteamos un 4-2. Esto significa que renunciábamos completamente a oler el balón y pasar de medio campo.

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…un gol con tantas probabilidades de entrar como de soñar en sueco sin hablarlo.

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Tal y como el mouriñismo ha pregonado, ganar es lo que cuenta, y no tanto lo mezquina que la victoria sea. Empatamos en el último minuto con un gol de espuela que tenía tantas probabilidades de entrar como de soñar en sueco sin hablarlo.

 

Un espectador espontáneo aseguró que nosotros no jugábamos a futbol, que lo nuestro era “otra cosa”. Esta inexacta definición me hizo pensar en las variantes deportivas y los motivos por los cuales se crearon.

 

En los juegos olímpicos podemos percibir esa reminiscencia animal que destilan todos sus deportes. Nadar, correr, saltar, lanzar pesos o jabalinas, etc… Todo suena a la edad de piedra, nos recuerdan la caza, la pesca, el huir de los leones. Hay otra categoría, como por ejemplo el fútbol o el baloncesto, en los que tales referencias a los mecanismos de supervivencia son mucho más crípticas. Está claro que en algún momento la humanidad había inventado las escopetas y cazar con una lanza quedó algo desfasado. En ese punto se desvirtuó y se comenzó a retorcer la idea de competición. Esto, que comienza como algo light, se va pervirtiendo exponencialmente y, ya se sabe: la humanidad cuando persigue la originalidad y lucha contra su propio aburrimiento consigue grandes fiascos como el crecepelos y el karaoke, pero también grandes hallazgos como la felación y las palomitas (aglutinados por los adolescentes bajo la clásica proposición de “ir al cine”).

 

Las joyas resultantes son mutaciones fallidas que bordean lo hilarante sin pudor. Veamos el ejemplo del Chess Boxing. Esta aberración nacida de una impensable hibridación parece diseñada por los fuertes para destrozar a los inteligentes. Es la única variante ajedrecística en la que Mike Tyson podría derrotar claramente a Kasparov. Es más, cualquiera en su sano juicio apostaría todo su dinero por él. La mecánica es simple: 2 oponentes compiten durante 11 rounds en los que alternan el boxeo y el ajedrez, empiezan con 4 minutos de partida de ajedrez, seguidos por otros 3 de boxeo. Se puede ganar por jaque mate, K.O. o por decisión de los jueces tras completar todo el ciclo. Bastaría con mover un peón en 4 minutos y luego lanzar un gancho mortal para hacer que toda la memoria del Gran Maestro sufriera el mayor reset de la historia.

 

El Slamball es otro engendro nacido para ruborizar: Un mini campo de baloncesto ataviado con cuatro trampolines o camas elásticas. Es un 4 para 4 con el vistoso añadido de que no hace falta ser muy alto para hacer mates espectaculares, basta con saber brincar.
Ya adentrados en la podredumbre llegamos a uno de mis preferidos: el Lingerie Basketball.

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La humanidad cuando lucha contra su propio aburrimiento consigue grandes fiascos como el crecepelos y el karaoke…
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Modelos sexys juegan de un modo serio y profesional al baloncesto luciendo la más sugerente lencería. Es el único deporte que recomiendo ver en diferido, para poder pausar la acción cuando el plano lo requiere, cosa que, por otro lado, ocurre con frecuencia.

 

Pero si hay un país que destaca por su creatividad para inventar deporte absurdos éste es Finlandia. En la ciudad de Sonkajärvi se lleva a cabo, desde el año 1992, el Campeonato Mundial de Cargar Esposas. Una agotadora carrera de 253 metros en la que un hombre carga a una mujer (propia o ajena), atravesando diferentes obstáculos. Así, el premio es una cantidad de cerveza equivalente al peso de la mujer que se llevó durante el recorrido. Por su parte, en Punkaharju se organiza el Campeonato Mundial de Lanzamiento de Móvil que, según sus organizadores, “es el único deporte que te permite resarcirte de las frustraciones causadas por estos aparatos modernos”.

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Otro apasionante síntoma de salud mental es el Extreme Ironing, que consiste en realizar el honroso acto de planchar la ropa en circunstancias extremas: al filo de un acantilado, saltando en paracaídas, o en zona de guerra. Apoteosis neuronal.

 

Pero para conocer la profundidad humana y el espectro evolutivo de la civilización hay que viajar a Afganistán y presenciar un partido de Buzkashi. Este deporte nacional dispone dos grupos de jinetes que pelean con sus caballos por conseguir llevar una cabra decapitada (a la que también se la han cortado las extremidades) desde un punto del campo a otro. No hay reglas, todo vale. Es habitual que los participantes vayan escoltados con guardaespaldas armados con fusiles AK-47.

 

Por todo esto creo que nuestro espontáneo espectador se equivocaba. Nosotros jugamos a fútbol, pero un fútbol descaradamente mediocre. Aunque en una cosa llevaba razón: un integrante de nuestro equipo acabó fumando mientras simulaba afianzar la defensa. Quizá, sin saberlo, había inventado el Smoking Football.