A estas alturas nuestra maquinaria está más engrasada que un McMenú familiar. Cualquier aspecto de nuestro juego despierta la admiración antes reservada a los deportistas de élite. El éxito de la Roja, por ejemplo, se ha dado en parte porque accedieron a retocar el calendario de sus partidos para que no coincidieran con los nuestros, sincronismo que sin duda habría denostado gran parte de su respaldo popular. Nuestra directiva está ya en negociaciones para reforzar la plantilla en el siempre agitado mercado veraniego, y colisiona con frecuencia con los intereses de otros equipos más famosos pero no más grandes.
No obstante, siempre hay un “no obstante”. En ocasiones hasta los más fieles aliados se ven enfrentados por circunstancias externas, y las turistas en verano son la más calurosa circunstancia. Ya a punto de terminar la temporada comenzamos a practicar el otro gran deporte fuera de los terrenos de juego. La competencia es aún más salvaje, e incluye a los compañeros de equipo. El nivel de los adversarios, mucho más alto. Pero tenemos el espíritu de Alfredo Landa y nuestra meta todo lo vale.
En verano la gente decente, interesante y rica abandona Barcelona como si fuera un perro tullido, enfermo, cojo de tres patas, rabioso y sanguinario. Aquí no queda ni un alma noble. Por eso hordas de turistas aprovechan el vacío para invadir la urbe sin ningún tipo de preocupación por la vestimenta, la protección solar y el decoro. Este hecho crucial, que podría catalogarse en términos biológicos como la migración de las rubias a la costa, ofrece una oportunidad de oro a los pringados autóctonos que nos quedamos a pasarlas canutas y sudar la gota gorda para dotar a nuestra existencia de un nimio y pasajero significado.
Aquí dejo algunos consejos adquiridos tras años de fracaso, hastío y sopor en el bochornoso asfalto barcelonés, sobre el que el infame periplo estival despliega toda su inquina.
Puede que hayas estudiado en Cambridge, que tengas el first, el proficiency y un Nobel en literatura inglesa. Bien, métetelos por el culo. Olvídalo todo y finge ser borderline. Debes pensar que las guiris vienen a Barcelona como si fueran al Congo, y que para ellas estás solo un peldaño por encima de los simios en la escala evolutiva. Debes aprovecharlo, inventa limitaciones, pregunta cómo se traduce casa o bolígrafo. Ellas anhelan saciar esa magnética atracción animal hacia el salvaje incivilizado. Esfuérzate en parecer un chimpancé y pronto las tendrás pidiendo plátano.
Nunca infravalores el poder de tu fealdad. Somos como chinos. Los españoles tenemos cara de españoles. Si vas por Europa –la de verdad–, verás que te reconocen inmediatamente como españolito. Eso es porque aunque nosotros creamos que somos distintos, somos casi iguales para el resto del globo. Y piénsalo, tenemos un Bardem y un Banderas, nuestro pedigrí latino está sobradamente contrastado. Cuando te dispongas a abordar una rubiaza hazlo con la convicción de que te ven exactamente como a ellos. Si quieres hazte pasar por su hermano. ¿De cuál? De cualquiera.
Nunca sobrevalores su belleza. Directamente relacionado con el punto anterior. Aquí no hay retos imposibles, cuanto más top model sea, más vale la pena intentarlo, ya que se verá más capacitada para conseguir ese amante latino que tú representas, y tú aceptarás asintiendo dificultosamente con tu penoso acento.
Bebe solo para envalentonarte. Una vez afianzada la presa deja inmediatamente de beber, finge hacerlo, intercambia su copa vacía con la tuya llena, ingéniatelas como quieras. Piensa que las bajas temperaturas, el alto nivel adquisitivo y la simple naturaleza norteña han configurado una inmunidad específica e infalible para estos ejemplares de tan turgente figura. No vas a poder seguir su ritmo, ni conseguirás emborracharla. Acabarás dando pena abrazado a ella como un chimpancé. Sí, hemos quedado que eso estaría bien, pero esta vez serías un chimpancé de peluche. No queremos eso.
Rechaza la tecnología. Ni iPhone, ni WhatsApp, ni Facebook, ni leches. Eso no va a funcionar a corto plazo y ella estará aquí cuatro noches. Finge que eres tan primitivo que no sabes usar nada de eso. Tú tienes sangre de torero, comes paella, bebes sangría y solo escuchas flamenco. Tu pasión es legendaria, y la única demora que aceptas es la siesta. Tiene que ser ahora. Tiki-taka y gol.
Por último, un detalle de nivel avanzado. Domina los enclaves críticos del complejo urbanismo barcelonés. Hay puntos fatídicos en los que las turistas siempre se pierden y tu cara de español te convertirá prácticamente en guía turístico. Ahí serás abordado por una media de 20 rubias por hora. Aprovecha esta circunstancia para ofrecer tus servicios y acompañarlas a una improvisada visita guiada por toda la ciudad. Invéntate la historia y aporta datos fantasiosos con la única intención de impresionar: La Sagrada Familia es una obra extraterrestre alzada por un ejército de adiestrados Castellers, las ramblas cuentan con una secreta prolongación subacuática y poner ketchup al Big Mac es imitar burdamente el “pà amb tomàquet”. Acaba presumiendo de antepasados burgueses y culmina el recorrido en tu habitación modernista.
El éxito es una estadística. Si tus tácticas parecen no funcionar, simplemente multiplica exponencialmente el número de víctimas. Aborda las más extremadas: el fin justifica las medias.
Mientras, con nuestras aspiraciones colmadas y unos cuerpos moldeados por las exigencias de tan épica temporada, afrontamos la recta final del campeonato embriagados por la realización personal que supone ver la tabla de clasificación definitiva. Cierto es que no estamos en lo más alto, pero el lado bueno es que eso significa que el año que viene retomaremos el reto de mejorar la excelencia.