Tal y como vaticiné, mis tácticas para ligar con guiris funcionaron igual que mi protección solar caducada: aumentando la quemazón.

 

Sintiendo que Gaudí, aún en su actual y glorioso estado de difunta eminencia, provoca mayor ardor carnal que un servidor, accedí a abrirme una cuenta en Badoo, paradigma del ligoteo online. Ciento sesenta millones de personas están persiguiéndose entre sí en estos páramos de lujuria y de- senfreno, y los resultados de adentrarse en él, también conocido por mis amigos como el fucking chat porno, pueden ofrecer un número similar de opciones.

 

Lo primero que impacta es el efecto mercado que genera ver esa interminable ristra de posibilidades. Personitas diminutas enmarcadas en cuadraditos exhibiéndose voluntariamente como parte del ganado. Ya en esta primera fase de búsqueda y selección podemos intuir todo el espectro de variables. Desde tías en bikini hasta fotos de Son Goku para preservar la identidad. Cualquier cosa es posible. También está la gente que pone fotos de otra gente creando una espiral de caos y confusión: luego si quedas con esa persona vas muy perdido buscándola, y normalmente son tan cafres como para haber puesto una foto de una persona mucho más atractiva, lo cual, por automática comparación desinfla el volátil globo de la pasión. Aconsejo a estos practicantes del engaño que lo hagan al revés, así la cosa tendrá un motivador efecto inverso.

 

Una vez establecidas las primeras conexiones es muy complejo averiguar qué se esconde tras ese flirteo. Charla larga para proyectos de novio/a y charla corta para proyectos de polvo/a. Yo tampoco sé qué es “polva”. Esta sería una máxima, pero se incumple constantemente y sin avisar. Tu mujer ideal luego resulta ser una devoradora de hombres y tu leona preferida solo anhela engendrar churumbeles para ver cómo juegan con pompas de jabón en el jardín de vuestra futura casita mientras envejeces a su lindo ladito. Es puro Heisenberg.

 

Este verano azotado por el sofoco y la depresión –consecuencia de incendios forestales y suicidios masivos respectivamente–, se ha encargado de caldear tóxicamente este oasis vacacional llamado Badoolandia. Estas son algunas de mis particulares conclusiones.

La mayoría de las veces, cuando hables con alguien, te dirá que acaba de crearse la cuenta ese mismo día y que no piensa aguantar en este rollo decadente mucho tiempo. De hecho afirmará no saber qué hace ahí, evidenciando que una parte de él se avergüenza profundamente. Tu primera misión para arrebatarlo de toda dignidad horizontal es devolverle la dignidad vertical que cree haber perdido.

Nunca, a no ser que seas un clon no fallido de Brad Pitt, digas algo parecido a “hola, qué tal.” Rebusca en el baúl de tu ingenio o no conseguirás una mísera respuesta. Sí, hablo por experiencia.

No toleres los emoticonos. Ya tenemos una edad.

Lee los perfiles de tus potenciales amantes. Hay una valiosísima información sobre su carácter ahí. En el apartado “Sobre mí” cada cual pone una descripción rayana al autobombo. Algunas escriben simplemente “o debajo de mí… jeje”. Todo esto resulta bastante aclaratorio.

Selecciona bien las fotos que añadas a tu perfil. Ten en cuenta que hagas lo que hagas, nada va a funcionar como esperas. Si pones fotos sonriendo te dirán que buscan un tío serio y formal. Si pones fotos vestido decentemente te preguntarán cómo estás de cuerpo, y si pones las fotos cutres por excelencia, sin camiseta en el lavabo, te dirán que eres un ordinario, pero te seguirán hablando.

Como Scarlett en la película barcelonesa de Woody Allen, los badoonianos saben exactamente lo que no quieren pero no tienen ni idea de lo que quieren. Asúmelo, tú tampoco, o sea que concéntrate en ligar y santas pascuas.

 

Mis experiencias en este campo dan para un libro (y no es mala idea), pero dejad que os abra mi corazón. Estamos virtualizándonos, así que preparaos: de Badoo se salta a Whatsapp, a Facebook, al Mail… Si no queréis pasar todo el día delante de pantallas cada vez más táctiles y más pequeñas, explorad otras vías más directas de interacción, como el añejo cara a cara, en lugar del cara libro. Y es que muchas cosas han cambiado, pero los libros se siguen leyendo a solas.