¿Sabías que existen guerras del agua desde hace miles de años? ¿Y que hoy en día continúan sucediéndose en muchas regiones? El cambio climático, además de aumentar las temperaturas, hace que nos replanteemos hasta dónde podrá estirarse un recurso tan necesario y limitado como es el agua. Pero ¿está preparada Barcelona para una futura sequía?

Cada día abro y cierro el grifo. Tú también lo haces. Mientras, el agua discurre por las tuberías hasta llegar a los sistemas de alcantarillado. Más tarde, las Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales se encargan de su tratamiento. Hasta ahí, sencillo. Al menos en su pura apariencia. Pero el agua, a pesar de ser uno de los recursos más utilizados en nuestro día a día, es finita. Y eso, por mucho que nos pese, es algo irremediable.

¿Y si un día ese ciclo de agua corriente se cortara?

Suena a ficción y parece que últimamente todo lo hace. Pero en este caso se trata de las consecuencias del cambio climático en la Tierra. Que el planeta se calienta cada vez más rápido es ya una obviedad, como que las temperaturas irán subiendo más y más a lo largo de este siglo. Pero lo grave son las precipitaciones: la lluvia es un fenómeno muy irregular que deja muchas incertidumbres sobre su comportamiento.  Javier Martín Vide, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona y especialista en climatología explica que “para toda la cuenca del mediterráneo la tendencia será a que llueva menos”.

¿Está Barcelona preparada para un clima más seco? La ciudad que tiene más de 90 noches tropicales al año en el barrio del Raval, es decir, en las que la mínima queda por encima de los 20 grados. ¿Qué necesitamos en esas circunstancias? Agua. Sobre todo para solventar el problema de las llamadas “islas de calor”, esas zonas del centro donde la temperatura nocturna es más alta que en la periferia. Plaça Catalunya, el Eixample o el Raval forman esas islas, en términos climatológicos.

En realidad, Barcelona entera se comporta como si tuviera encima una isla de calor. Absorbe energía, la desprende, acumula, produce… Pero a diferencia de otras regiones en las que el acceso al agua potable escasea, todavía cuenta con buenos caudales de río. Y eso la salva. Además de que, por lo general, el habitante de la ciudad barcelonesa es bastante recatado, al registrarse un consumo de agua de poco más de 100 litros por día y persona.

“No podemos pedirle a Barcelona que ahorre más agua. Es la ciudad con el consumo medio más bajo de todas las capitales europeas”, indica Martín. Pero en un futuro necesitaremos más agua. “Está claro que el caudal de los ríos bajará, pero de momento no hay preocupación, los caudales próximos a Cataluña están regulados”, explica Narcís Prat, profesor de Ecología y experto en gestión del agua. Donde sí observamos un cierto desequilibrio es en el uso del agua por sectores económicos.

Que las ciudades ahorren no da respiro, porque España tiene ahora un 20% menos de agua disponible que hace 30 años. ¿Cómo? Se ha incrementado un 20% las tierras de regadío en los 18 últimos años, según un informe que en 2015 llevó a acabo Ecologistas en Acción sobre la situación del agua en España. Gastamos más de lo que ahorramos.

Entonces, ¿la crisis del clima podría traer a España más desigualdad? ¿Más conflictos? Lo cierto es que las guerras del agua no son nuevas. Ni siquiera a consecuencia del cambio climático, ya que existen conflictos localizados 2.000 antes de Cristo en países áridos.

“Cada vez habrá más guerras, solo que en cada territorio serán diferentes”, afirma el catedrático de ecología. De hecho, en el período 2010–2018 hubo 263 conflictos registrados en todo el mundo: 123 con el agua como detonante, 29 como arma y 133 como víctima, según el último informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2019.

Actualmente ya hay lugares en los que la sequía es importante, como es el caso del Sahara donde se pueden medir directamente las consecuencias del cambio climático. “Para solucionarlo crean embalses o presas hidroeléctricas. Construyen y gastan dinero, pero así lo que se pierde es la biodiversidad de ese espacio”.

La antropóloga y activista ecofeminista Yayo Herrero publicaba hace unas semanas un artículo en Ctxt en el que mencionaba un caso concreto. En el Cajón del Maipo, en la región metropolitana de Santiago de Chile, el agua ha sido privatizada por Agua Andinas. Una empresa que tiene en su poder el agua, es decir, que puede hacer lo que quiera con ella y cuando quiera (ahora se plantea venderla a una planta estadounidense de generación hidroeléctrica) poniendo así en riesgo el abastecimiento de agua a Santiago de Chile.

Como este, muchos otros conflictos se desatan cada año. “Con el cambio climático cada vez aumentará más la competencia por el agua”, menciona Javier Martín. Mientras, la población mundial aumentará. También nuestro sistema de consumo urbano-industrial que se renueva mucho más rápido que el ciclo del agua, el cual, como observamos, necesita tiempo.

Rebecca Solnit, en su último libro Una guía sobre el arte de perderse, escribe: “la naturaleza salvaje es un texto que pueden leer quienes conocen su lenguaje”. Prestar atención al fenómeno atmosférico es todo un arte. Sin embargo, “en vez de aprovechar la naturaleza, se explota”, indica Narcís Prat.

Lo de la sequía en Barcelona no lo veremos, al menos por el momento. Mientras, seguiremos observando cómo el agua cae por el sistema de alcantarillado y vuelve, una y otra vez. Como un ciclo ilimitado en apariencia, pero que basa su actividad en la finitud de un recurso base, necesario para el organismo humano.