Sección de noticias de vivienda en la web de un diario nacional, finales de octubre de 2016. Dos noticias, una al lado de la otra: la primera cita Barcelona como la ciudad más rentable para alquilar un piso; la segunda advierte del aumento del precio del alquiler en la ciudad, el mayor en todo el Estado. La primera parece decir: “¿Qué haces que no pones aquí tu dinero?”. La segunda se pregunta: “¿Qué estamos haciendo mal para que sea tan caro vivir en Barcelona?”. Me imagino al detective Sherlock que lee el diario, e intenta encontrar una conexión entre los dos titulares. Pero los que vivimos aquí no necesitamos leer la prensa para llegar a la conclusión de que esto se nos está yendo de las manos. ¿Qué está pasando? ¿Es todo culpa de AirBnB?

Está claro que el aumento de viviendas destinadas a uso vacacional ha supuesto una reducción importante del número de pisos disponibles para alquiler residencial, lo que explica en parte el aumento de los precios. Pero existe una moratoria para nuevas licencias de apartamentos turísticos (desde 2010 en Ciutat Vella, extendida a la zona centro en 2014 y a toda Barcelona en 2015), además de un incremento en las sanciones a propietarios y a plataformas online por operar sin licencia. Podríamos imaginar que todo esto habría desanimado un poco a los inversores, pero las cifras indican lo contrario: según un informe del primer semestre de 2016 de Tecnocasa y la UPF, un 40% de las compras de vivienda en Barcelona durante este período fue destinado a la inversión (más del doble que la media española y llegando a cifras del 84% como en el caso de La Barceloneta). Si no se puede alquilar a turistas —al menos legalmente—, ¿qué es lo que buscan estos inversores? Pues lo que buscan todos: pasta. Cuanta más, mejor.

Entre el alquiler turístico y el alquiler que pagamos los mortales que vivimos en Barcelona de forma regular existe una tercera vía, una opción totalmente legal con la que se puede obtener una rentabilidad elevada sin comprometerse con un inquilino durante tres años: el arrendamiento de uso distinto al de vivienda. Mientras que para los alquileres ordinarios existen unas normas que garantizan cierta seguridad a los inquilinos (duración del contrato, limitación en el aumento del precio), en el caso de los arrendamientos de uso distinto al de vivienda «la ley opta por dejar al libre pacto de las partes todos los elementos del contrato», según palabras del BOE.

Estudiantes de postgrado de países más prósperos que el nuestro o trabajadores que vienen a currar unos meses en una start-up del 22@ son algunos de los inquilinos favoritos para estos inversores. Hay mucha gente atraída por la marca Barcelona que no tiene inconveniente en pagar un precio más alto para tener unas comodidades difíciles de encontrar en el alquiler del pueblo llano. Es decir, buscan un alquiler temporal de lujo. Su rentabilidad puede duplicar la de una vivienda estándar, pero hacer una reforma con vistas a atraer a un cliente de alto standing no está al alcance de pequeños inversores. O al menos no hasta hace poco. La idealizada economía colaborativa a veces tiene hijos bastardos, como es el caso de una empresa —de cuyo nombre no quiero acordarme pero de la que posiblemente hayas visto banners en internet— que promete altas rentabilidades para muy pequeños inversores a base de comprar vivienda a modo de crowdfunding, rehabilitarla para alquiler de lujo, y venderla al cabo de unos años.

¿Te imaginas viviendo precariamente de alquiler e invertir 50€ en propiedad para conseguir 3€ de rentabilidad con el alquiler de lujo? Es tan irónico que da ganas de llorar.

Imaginando que en un futuro no muy lejano hayamos conseguido espantar el fantasma del alquiler vacacional, ¿qué haremos cuando los precios sigan subiendo por esta especie de turismo académico y laboral? O, mejor dicho, ¿qué haremos para que los inversores no vean en Barcelona un lugar donde hacer negocio fácil con el ladrillo, pasándose el derecho a la vivienda digna por el Arc de Triomf? ¿Acabará siendo esta una ciudad de alquiler temporal y de trabajos temporales, una ciudad de paso para gente privilegiada? Hasta aquí el paisaje apocalíptico. ¿Existen soluciones para frenar la escalada de precios de alquiler? Sí, sin duda. Se me ocurren unas cuantas, pero lo más seguro es que si las lanzo me acaben mandando a Cuba y yo, de momento, tengo intención de quedarme en Barcelona unos cuantos años más.