Atención: spoiler. En el primer capítulo de la serie Black Mirror se da una extravagante confluencia entre arte contemporáneo, política, monarquía y animales. Con el fin de salvar a la princesa británica de sus secuestradores, el primer ministro debe sacrificar su dignidad teniendo relaciones sexuales en directo con un cerdo en la televisión nacional. La causa de esta extorsión zoofílica resulta ser, en contra de cualquier precepto animalista, un proyecto artístico.
Del Animal Art —como si tal cosa existiese— a Animal Farm, la posición del cerdo dentro la cultura no parece la más deseable. Mientras los guionistas de Black Mirror lo violan sin mayores consideraciones, George Orwell lo convierte en una figura alegórica del despotismo porcino que recorre la política del siglo XX, Hermann Nitsch descuartiza alguno de vez en cuando para llevar a cabo un festival en el que la sangre y las vísceras ocupan el lugar del confeti y Christian Lemmerz lo convierte en carne de vitrina. Más afortunados, que no más felices, parecen los cerdos de Guy Ritchie en Snatch, verdugos omnívoros que no le hacen ascos a nada tras unos días de estratégica dieta involuntaria.
Más allá del trágico estatus cultural del cerdo, el arte contemporáneo tiene también su pequeño zoológico. Tiburones en formol, cabezas de vaca asediadas por moscas, caballos atados a las paredes de una galería, liebres muertas recibiendo clases de arte, coyotes relativamente amistosos, serpientes, tarántulas, escorpiones, gansos, llamas, ovejas, pavos… Como si a Noé le hubiese dado por dirigir una galería mientras el diluvio universal se entretiene viendo películas apocalípticas.
Y justo cuando estaba a punto de afirmar que aquí, en Barcelona, no pasan estas cosas, como si ello nos hiciese mejores, descubro que Jordi Benito, artista catalán, también tuvo sus escarceos con el maltrato animal, así como amonestaciones y denuncias públicas. Motivo por el que en algún foro vegetariano algunos celebraron con júbilo su fallecimiento hace años. ¿Será que a cada cerdo le llega su san Martín? Si los animales hiciesen arte, ¿también nos abrirían en canal alegando la dimensión estética del sacrificio y del dolor humano?