Sería alrededor del año 2006 o 2007 cuando mi madre, muy emocionada, desde su balcón, me dijo que había unos chicos pintando algo en la siguiente esquina de su casa, muy cerca de donde colinda Badalona con Montgat, más o menos donde jesucristo perdió el mechero. Ella sabía que por aquel entonces yo andaba metido en un proyecto relacionado con el arte urbano, el Non Toxic Festival que, de hecho, fue el primero que hice como tal. Así que decidí asomarme, medio despistado, como el que va un domingo a comer a casa de su mamá, sin más pretensión que observar. Allí descubrí a dos tíos, bastante andrajosos, que estaban haciendo un stencil de una chica rollo publicidad americana de los años 60. Les pregunté qué hacían y me contestaron que estaban haciendo una campaña contra-política sobre un personaje fake llamado Nadie. Así conocí a una de las personas más brillantes de la historia del arte urbano reciente de Barcelona y seguramente imprescindible en lo que después acontecería en mi historia profesional, el señor Xavi Ballaz.

Ya por aquel entonces Xavi era una figura clave en establecer las que, mucho más tarde, serían las bases de lo que entendemos hoy por arte urbano de Barcelona. Una vez superada la efervescencia del grafiti más metropolitano, considerado por algunos como tradicional, y en esa nueva era que muchos han llamado street art que invadía indiscriminadamente el centro de la ciudad, Xavi fue de los primeros impulsores de iniciativas que marcaban un antes y un después en aquella evolución natural, o anti-natural para otros. Prueba de ello es que en 2007 y a través de su “asociación” —aunque yo diría “motor de guerrillas”—, Difusor, creó uno de los primeros festivales del mundo estrictamente dedicado al stencil: Difusor 2007. Luego vinieron sus colaboraciones con el Cans Festival de Banksy y, por supuesto, con los maravillosos y reveladores Open Walls Conference que se han convertido en los acontecimientos de arte urbano más relevantes de la Barcelona contemporánea. Y, como no puede explicarse —o entenderse— una cosa sin la otra, esta introducción nos sirve para contextualizar a uno de los impulsores del proyecto del que os queremos hablar, la Arnau Gallery, el primer muro comisariado rotativo de Barcelona.

Cultura y contexto urbano, una transformación paralela, en el Paralelo

Todo comenzó hace solo un ratito cuando, en 1894, un tipo llamado Arnau mandó construir un barracón de madera que hizo funcionar como teatro, de hecho se trata de uno de los teatros más antiguos de la ciudad. El barracón pasó a ser un edificio, de teatro pasó a cine, de cine otra vez a teatro, luego a plató de un programa de televisión llamado Ven al Paralelo, presentado por Sara Montiel, y finalmente pasó a ser sala de música hasta su cierre en 2004.

El Arnau esquivó “de rasquis” algunos movimientos okupas que tenían el ojo puesto en el edificio, e incluso le faltó poco para acabar como una iglesia evangélica china (no es broma). Finalmente el Ayuntamiento lo adquirió en 2010, en un contexto de presión ciudadana para recuperar el edificio reivindicándolo como equipamiento cultural para el territorio. Prueba de ello es el manifiesto que en 2015 la plataforma Salvem el Teatre Arnau hizo público: reclamaban actuaciones inmediatas para evitar su evidente e inevitable degradación. Básicamente se planteaban una serie de puntos clave como la inminente reparación de las goteras para que las humedades no afectaran aún más su estructura, que se catalogara como patrimonio para protegerlo de posibles maniobras urbanísticas o inmobiliarias, o que se creara un convenio para una futura autogestión ciudadana.

Este movimiento se encuentra, además, en medio de una de las transformaciones urbanísticas más importantes en la actualidad del centro de Barcelona. El llamado Pla Paral·lel, impulsado por el gobierno Trias, es uno de los causantes de gran parte del malestar de los vecinos, que lo veían como otro plan turístico especulativo encubierto bajo la bandera de la cultura, puesto que se trata de uno de los focos con más intereses económicos de la zona.

Mural de Roc Blackblock al Teatre Arnau

Mural de Roc Blackblock al Teatre Arnau

En ese contexto se realizó la primera intervención mural del Arnau, en la pared que da a la avenida. El muralista contemporáneo y guerrillero de las causas sociales y también uno de los más relevantes en la actualidad de la escena street art de la ciudad, Roc Blackblock, imprimió su trazo en la pared para apoyar a la plataforma ciudadana. Su obra, que representaba la lucha vecinal de forma gráfica en el espacio público, manteniendo vivo el espíritu del mensaje, también se fue deteriorando. Fue objeto de otras pintadas sin el mismo fondo social y que ocultaban, poco a poco, la voluntad artística y de protesta en uno de los muros más visibles de la ciudad. A partir de aquí la historia dio un nuevo giro.

La nueva vida del muro del Arnau

Paralelamente a la batalla del barrio, Xavi Ballaz, padre de Difusor, y Antoine Careil, padre de Barcelona Street Art, buscaban un espacio en la ciudad donde desarrollar un concepto cada vez más extendido en otras metrópolis: un muro en el que transitaran las obras de distintos artistas de forma periódica y comisariada. Proyectos como el Le M.U.R. de París, que fue pionero en su especie, o el Bowery Wall de Nueva York se han propagado incluso hasta Hospitalet con el 12+1. Sin embargo, Barcelona no tenía su propio muro rotativo, pese a haber sido una de las capitales mundiales del street art en el año 2000 y albergar el domicilio de algunos de los muralistas más relevantes del mundo. De algún modo, la inquietud de Ballaz y Careil se topó con el Arnau y fue a partir de ahí cuando decidieron emprender este camino.

Arnau Gallery: Enric Sant i GR170 • Foto: Antoine Careil

Arnau Gallery: Enric Sant i GR170 • Foto: Antoine Careil

Así que diseñaron un proyecto a medida. La diferencia principal respecto al resto de modelos como este es generar colaboraciones a dúo, diálogos estéticos de artistas con afinidades plásticas, narrativas o personales. “Queríamos que fuera un proceso que avanzara en paralelo y junto al proceso del Arnau, no queríamos hacer otro muro libre, nuestra idea era más bien experimentar con los muralistas y situarlos en ese contexto”, comenta Xavi Ballaz. “Buscamos a artistas que hayan tenido algún vínculo previo con la calle, contactamos con uno de ellos, y le proponemos que busque un partner o, si no, se lo proponemos nosotros”, prosigue Ballaz. Pero tratándose de una propuesta con un claro carácter orgánico, y en su fase inicial, no siempre ha sido posible; por ahora solo reciben el apoyo de la plataforma vecinal, con la cesión del muro, y de Montana Colors, que aporta los espray.

Arnau Gallery: Filippo Minelli

Arnau Gallery: Filippo Minelli

De momento ya han pasado por la Arnau Gallery algunas de las figuras más interesantes de la escena mural barcelonesa, como Btoy que fue la primera, el stencil más reconocible de la ciudad que lleva más de 10 años dejando su rastro por los principales festivales del mundo. Luego vinieron los míticos del grafiti Kram y Cisco, artistas del espray que desarrollaron una pieza con sus personajes animaloides en modo monocromático. Justo después seleccionaron al italiano Filippo Minelli, un artista mucho más conceptual, residente en la ciudad desde hace poco, pero que su obra también ha viajado por todo el globo. Enric Sant y El Grito, uno de los miembros del famoso grupo Mixed Media, fueron el siguiente dúo con una obra que aportaba una impecable dosis de surrealismo mezclada con el estilo del character design más propio del universo estético del grafiti. A estos les siguió otro gran par, Sendys, uno de los muralistas que ya en los 80 bombardeaba las paredes en la ciudad convirtiéndose en una figura clave del movimiento, y Cristian Blanxer, un artista con una técnica figurativa muy fina. Esta pareja quiso realizar un claro ejercicio de narrativa. Representó la imagen de Raquel Meller, una de las cantantes y actrices más notables de principios de siglo, que debutó en el teatro Arnau y quedó en el olvido más allá de la plaza que lleva su nombre en el mismo barrio. Hasta aquí los artistas que han pasado por el Arnau durante los últimos cinco meses; el siguiente será el neoyorquino Ripo, otro de los grandes nombres de la escena barcelonesa, con un dominio tipográfico del más alto nivel.

La Arnau Gallery representa hoy la voluntad de volver a tomar la calle en contraposición a una escena artística de la ciudad que, durante la última década, ha sufrido políticas muy duras. Es la voluntad de devolverle el color que tuvo antaño, en la que muchos recuerdan como la época dorada del arte urbano. Aunque aquello que pasó a principios del año 2000 seguramente no regresará con la misma potencia espontánea, proyectos como la Arnau Gallery protagonizan una nueva fase, la que nos toca ahora. Una fase de maduración y experimentación pictórica que ya no se conforma con pintar cualquier cosa, de cualquier manera y donde sea, aquello ya forma parte del pasado.