Las cooperativas de vivienda están provocando mucho interés últimamente, debido probablemente al encarecimiento vertiginoso de los alquileres en los últimos años y a la escasez de viviendas sociales en nuestra ciudad. Pero, aparte de ofrecer ventajas económicas, ¿es muy diferente su arquitectura en comparación con otros edificios de viviendas?



Es cierto que hay tantos tipos de viviendas como formas de vivir, y que al fin y al cabo, una cooperativa es simplemente una manera más de producir y consumir un bien, esto es, un modelo económico que no tendría por qué generar diferencias en el resultado del producto. Pero también es cierto que una cooperativa son personas que se unen porque comparten un proyecto y una visión. Ahí está la primera diferencia: al proyectar un típico bloque de pisos, sean viviendas sociales o de lujo, se suele asumir que los ocupantes eventuales de cada piso —completamente desconocidos— son la típica familia española con 1,4 hijos. Este no es el caso de una cooperativa de viviendas cuyos socios son sus futuros ocupantes, que participan incluso en la elaboración del proyecto con los arquitectos, como ocurrió en la cooperativa La Borda, de Lacol arquitectura. Ahí se elaboró un sistema de distribución flexible que permite adaptar un piso estándar a necesidades diferentes. Esta flexibilidad permite incluso cambiar su tamaño si se ponen de acuerdo los vecinos de al lado.

«Lo que cuenta en una cooperativa no son tanto la cantidad de metros cuadrados útiles de cada vivienda, sino la calidad de vida de sus ocupantes.»

Otra diferencia muy importante radica en los espacios comunes de una finca, como la entrada, los pasillos o la escalera. En una promoción privada se minimizan todos los espacios que no producen beneficio económico. En una cooperativa, en cambio, hay más interés en compartir espacios y equipamientos entre socios-vecinos para ahorrar gastos. En La Borda, por ejemplo, aparte de las cocinas y comedores de cada vivienda hay además un comedor grande común con cocina porque así lo decidieron los socios. También hay una lavandería central en lugar de lavadoras en cada vivienda, un patio interior tan amplio que se puede utilizar para asambleas, una terraza común, y hasta un espacio polivalente común. Incluso hay un espacio completamente abierto a la ciudad: un pasaje que atraviesa La Borda para dar acceso a Can Batlló desde la calle Constitució.

Al final, lo que cuenta en una cooperativa no son tanto la cantidad de metros cuadrados útiles de cada vivienda, sino la calidad de vida de sus ocupantes. ¿No es esa la definición misma de la arquitectura?