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By Morbix

Lo cierto es que no sé muy bien por qué me metí en esto. Estudié arte dramático en una de las mejores escuelas del país —o eso ponía en el folleto—. Cuando acabé me salió un anuncio de compresas. No soy una mujer, pero a los tipos les parecía interesante que me travistiese. La idea era transmitir el valor de la igualdad. “Las mujeres sentirán que los hombres se solidarizan con su menstruación”, decía un hombre con bigote y extraño acento. El resto del equipo lo alababa. “¡Brillante!”, exclamaban algunos. A mí me la sudaba. Quería la pasta y largarme.

Mi interpretación fue excelente. De hecho, unas semanas después me enviaron a casa una caja llena de compresas como agradecimiento —o más bien porque fue una mierda y nadie quería menstruar con ellos. Abrí un paquete por curiosidad y mi sorpresa fue que mi cara (mal maquillada y con algunos pelos de la barba asomando) salía en todas y cada una de las compresas. Además, le acompañaba un bocadillo que decía: “Siéntete segura y limpia”. Estuve un mes sin pisar la sección de higiene femenina de Mercadona.

Tras ese anuncio, ya no me salió nada más. Pensé en cambiarme de agencia. Esta vez no ponía nada de lo buena que era la agencia en sus folletos. De hecho, ni tenían, pero en las paredes de la oficina había una fotografía de Pedro Almodóvar y otra de Ana Obregón, ambas en un marco dorado. En realidad no eran ni tan siquiera fotos, sino recortes de una revista de cotilleos (diría que robada de una peluquería a juzgar por sus manchas de tinte). Me di cuenta de todo esto demasiado tarde.

entrevista-arrozEsa noche, en casa y con bastante alcohol en el cuerpo, decidí descargarme la app de Wallapop. Varios amigos me habían dicho que se follaba casi tanto como con la de BlaBlaCar. Entre miles de ofertas de móviles y aparatos para hacer gimnasia en casa, encontré un anuncio sin foto que decía “Oferta de trabajo”. No sé muy bien qué hacía ahí, pero estaba muy desesperado, así que quise saber más. Tan solo decía “Interesados acudir a nuestras oficinas”. No tenía nada que perder, así que al día siguiente fui a las supuestas oficinas.
Aquello era un edificio en ruinas. Llamé al timbre y me abrió una mujer bastante fea que llevaba una camiseta con la frase “De qué se me acusa.” en inglés. Parecía su pijama y juraría que tenía un chicle rosa pegado en el pelo. Le eché un vistazo a la casa. Me sorprendió bastante. En general, estaba desordenada y sucia, pero había algunos rincones que parecían totalmente ajenos a ella. En lo que parecía la cocina había una mesa con todo tipo de comida perfectamente ordenada. Café recién hecho y un par de tostadas. En el salón, varios gatos descansaban en los cojines.

La mujer me hizo pasar a una especie de despacho. Me senté y empezó a hablar.
—¿Vienes por la oferta de trabajo?
—Sí, la de Wallapop.
—Nos visita mucha gente cada día y no sabía muy bien qué querías.
No dije nada, así que siguió hablando.
—Te necesitaríamos por las mañanas, a eso de las siete, para ayudar en el desayuno. Tenemos un cocinero que nos prepara mensualmente comida que está de moda y unos camareros nos la colocan bien. La que has visto ya lleva un mes ahí y vamos a renovarla. Tú te encargarías de sujetar a las personas que vengan a tomar una foto de esta comida. Se suben a la silla para hacerla y son bastante inestables. Ellos, no las sillas. Este mes ya hemos tenido dos accidentes —comentó la mujer sin cambiar la expresión de su cara.
—Vale —asentí, no sabía qué decirle.
—En cuanto a las tareas del resto del día, tenemos las fotos de animales… Últimamente nos están pidiendo muchas con gatos.
—Sí, los he visto fuera.
—Exacto. Utilizamos gatos de cartón porque a la gente que viene aquí se la suda cómo sean. Ya están pintados para que parezca que son reales en las fotografías. Tendrías que colocarlos bien y ya está. ¡Ah! Y es muy importante que no hables con los clientes. Si te preguntan, solo debes responder: “Me gusta”, ¿vale? Solo eso. ¿Qué te parece?
—Me gusta —dije sonriendo y la mujer me miró con cara de pocos amigos—. ¿El baño? —pregunté.
—Al fondo a la derecha.
Siempre están al fondo a la derecha y en esa casa no podía ser menos. Mientras meaba me puse a pensar. Era un buen trabajo. El mejor que me había salido hasta ahora. Ya estaba acostumbrado a mentir. Lo hice con las compresas y podía volver a hacerlo. Me subí la cremallera y me acerqué al lavabo. Me encontré con unas siluetas de pies en el suelo. En la pared había unas marcas que indicaban la posición en la que colocar el trasero y los labios. Salí rápidamente de aquel baño, perfectamente decorada, atravesé el pasillo asqueroso y gris y llegué de nuevo al despacho.
—¿Y bien? ¿Te interesa?
—Sí —dije seriamente.
Se hizo un silencio.
—Perfecto. Tienes un período de prueba de un mes, ¿vale?
—Me gusta.
—A ver, yo no soy de esa clase de gente que viene aquí. Háblame como a las personas, ¿entendido? Te veo mañana a las siete en punto aquí. No te retrases. Vamos bastante liados con la llegada del verano.
Me levanté y me marché de aquella extraña casa. Como os decía al principio, no sé por qué me metí en este trabajo. Ya sé que los que había tenido no eran gran cosa, pero este tenía pinta de ser la mierda de la mierda.

Un mes más tarde.
—Ven a mi despacho, por favor —me pidió la mujer.
Cerró la puerta y siguió hablando.
—En este mes no lo has hecho mal del todo —dijo secamente. Acto seguido me entregó un sobre.
Aquel día me largué feliz del trabajo. Una vez en casa abrí el sobre. Tan solo tenía un papel en el interior con algo escrito: “Sueldo neto: 1.000 likes”.