Las cosas, así en general, pueden ser bonitas por fuera y/o por dentro. Lo dice una que aprendió con la Bella y la Bestia eso de que “la belleza está en el interior” y tuvo que olvidarlo a golpe de polvera, tacón y plancha de pelo. Les digo las cosas porque la Bestia, al estar plenamente cosificada, extendió la enseñanza sobre dónde se busca la guapura a todo ser, inerte o vivo.

Los seres, así en general, además de bonitos por fuera y/o por dentro, también están vivos o no. O mejor dicho, los seres están vivos y/o no. Como la Carboneria, que estaba viva y desde esta mañana ya no lo está más. Le han llorado dos jóvenes por la fachada intentando agarrarla, en el último momento, al mundo de los seres con vida.

Esa fachada es una de las fachadas más bonitas que se han pintado en Barcelona en los últimos tiempos. Que se dice pronto, teniendo en cuenta que esta ciudad lleva, campaña tras campaña, desde los años 80, promoviendo la existencia y recuperación de fincas guapas. Pero es que además, la Carboneria cumplía con la otra parte del precepto: ser guapa por dentro.

Creció como un árbol y llegó tan alto que se convirtió en globo, libre, para seguir volando. Tanto es así que los vecinos, tras la quiebra de la inmobiliaria propietaria, en enero del año pasado, se manifestaron a favor de dejarla vivir. Era joven, nació en 2008. Antes, era un ser inerte, como muchos otros edificios de la ciudad. Y desde entonces no han dejado de asediarla los intentos de asesinato desalojo. Clases, talleres, cenas populares, asambleas políticas y un largo etcétera la hicieron vibrar.

Era un ser vivo, y era bonita por fuera y por dentro. Tal vez por eso la han matado. O tal vez no. Porque la inmortalidad nace de romper con las disyuntivas y ser capaz de ser cosas irreconciliables a la vez. El golpe de gracia de hoy convierte a La Carboneria en un ser vivo e inerte, bonito por fuera y por dentro. Inmortal.

A las 20:30 hay una manifestación convocada en Plaza Universidad. Tal vez es un entierro. O tal vez, una resurrección.