No sé vosotros, pero a mí me encanta pronunciar el nombre de este local, ya sea poco a poco, ya sea rapidito: Babula. Una palabra que ya augura un significado entrañable, así llama Leo Chechelnitskiy —alma mater de este recién estrenado local— a su querida abuela, a quien dedica la totalidad de su restaurante-bar: los platos, el decorado, la historia, las ganas. Amor absoluto. Y la verdad es que, además, Babula Bar 1937 mola. Bueno, mola mucho. Por eso solo podemos desear férreamente que se convierta en el place-to-be del Eixample Dret, una zona poco dada a un ocio animado.
Pero quizá sean tiempos de cambio. De Babula nos flipan sus cócteles, sean clásicos o decantados con fórmulas de autor. Son creaciones a base de destilados premium y en las que se pone un punto de honor en usar los mejores ingredientes. Claro, eso se nota en cada trago. Llegamos a la comida. Impecable. Con una carta que homenajea en especial a los crudos, entre los cuales destacan el salmón marinado 30 horas con salsa de mostaza dulce y laphroiag 10 ahumado, el carpaccio de gambas, el steak tártar marinado a la italiana o el tártar de salmón con fruta de la pasión. Pero hay más, sin fronteras. Hay recetas del mundo, sean de Rusia o de Japón, de Perú o de México, sin ningún vector conductor más allá del (buen) gusto. Porque no es necesario un concepto lineal, si la receta lo clava. Soberbia excelencia.
Son imprescindibles, por ejemplo, el bao burger de gambas y cazón al estilo thai o los dumplings de rabo de ternera, cama de puerro y reducción de su propio jugo, aunque sus bocadillos de mantel como el Chanchowich (costilla marinada con salteado de manzana, pera, puerro y mayo agridulce), el Zar (jamón ibérico de bellota, stracciatela de burrata y crema de trufa negra) o el Daily Pastrami (pastrami de ternera, cebolla confitada, cheddar con trufa, jalapeños y salsa mostaza) tampoco se quedan cortos.
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