Al final del año pasado conocimos una noticia mala para nuestra ciudad: la Agencia Europea del Medicamento eligió Ámsterdam como ciudad donde trasladar su sede desde Londres, en lugar de escoger nuestra querida ciudad condal.

El desastroso procés parece haber influido en esta decisión, según varios medios. Pero de verdad: ¿alguien pensaba en serio que una agencia europea se iba a trasladar desde Brexitlandia a Catexitlandia? No nos debería haber sorprendido esta decisión para nada. “Catexit means Catexit.”

Es curioso que se haya elegido Ámsterdam para trasladar la Agencia Europea del Medicamento, precisamente la ciudad que fue la capital europea del cannabis hasta hace unos años. Sus famosos “coffee shops” se han ido cerrando poco a poco, y en el Zeedijk hoy en día no se puede comprar heroína con la misma facilidad que antes. Ámsterdam ya no huele a porro por todas partes, y no se ven tantos yonquis por las calles. ¿Dónde habrán ido?

Pues, a Barcelona, man, la capital europea del narcoturismo. Donde hay un barrio lleno de pisos okupados por camellos en los cuales una dosis de heroína te cuesta tan solo 10€, y donde te puedes quedar todo el tiempo que quieras. Si a pesar de este precio tan ridículo necesitas robar, no pasa nada si te pillan, ni tampoco si reincides. También en Barcelona las bicis se roban con total impunidad. Normal que corra la voz por todo el mundo: Barcelona es un ecosistema urbano idóneo para un drogadicto.

Barcelona, capital del narcoturismo

Es conocido que los turistas que visitan nuestra ciudad no vienen únicamente para ver la arquitectura de Gaudí o para degustar lo último en gastronomía fusión. Muchos vienen también para drogarse, si no, ¿cómo se explica la candidad de clubs de cannabis que hay en todas partes de la ciudad, o el crecimiento alarmante de los narcopisos? Quizá si lo llamamos “narcopisoturístico” se empezará a tomar en serio esta lacra que, por cierto, al igual que los pisos turísticos sin licencia, hacen imposible la convivencia vecinal y dificultan el acceso a la vivienda. Como tengo aspecto de guiri (además de serlo en parte), cada vez que camino por el centro me preguntan algunos: “Hey amigo, looking for a coffee shop?”. A menudo me tropiezo con bolsas de jeringuillas usadas en alguna esquina: ¿por qué los que sacan la basura de los narcopisos no la pueden tirar al contenedor de reciclaje correspondiente?

Pero existe también, hay que admitir, un lado positivo de ser la capital del narcoturismo: no hay nunca momentos de aburrimiento. Siempre pasa algo en la calle, ya sea una pelea entre camellos o un hurto por parte de un yonqui. Las fuerzas del orden parecen estar más preocupados por otros temas, si no sería de suponer que frecuentaran más las conocidas zonas de tráfico de estupefacientes. Está claro que su prioridad es encarcelar a políticos indepes antes que a narcotraficantes.

No hay que desanimarse, conciudadanos. Si bien no somos la sede de la Agencia Europea del Medicamento, sí que lo somos, a todos los efectos, de la droga estupefaciente. Barcelona: posa’t stoned.