Hay a quien la primavera le da subidón: empieza la época de terrazas, los árboles se llenan de verde y la peña vuelve a enseñar carne tras el largo y casto invierno. A mí me da el subidón en otoño, cuando el transporte público deja de oler a choto y los niños que se pasaban el día jugando en la plaza debajo de casa han vuelto a su tristes vidas de escolares.

Al Born también le sienta bien el otoño. Últimamente, cuando mis amistades de otros barrios o ciudades vienen por aquí, se repite siempre la misma observación: “Pues está bastante tranquilo”. Y es la verdad. Estos días se pasea por el barrio con una sensación de desahogo inusual, pudiendo recorrer más de cien metros sin que te paren para invitarte a tequila shots o preguntarte por el Picasso Museum. Puede que sea igual cada año por estas fechas y lo olvide con el frenesí estival. O puede que, tras el atentado de agosto y la secesión de octubre (terrorismo todo, según lo pintan), los turistas hayan preferido reservar las vacaciones del Autumn break en algún pueblo de Extremadura. El caso es que estos días parece que vivo en un barrio normal.

Y mientras me limpio lo pegajoso del cruasán con la servilleta, leo que los fondos buitre están dejando de comprar viviendas por el tema catalán, años después de que los catalanes hayan dejado de comprar viviendas por el tema de los fondos buitre.

Y justo cuando había perdido la esperanza de encontrar una cafetería tranquila donde desayunar leyendo el periódico, redescubro un café de toda la vida en el passeig del Born tras haberme negado durante años a entrar en los locales de esta calle. Y mientras me limpio lo pegajoso del cruasán con la servilleta, leo que los fondos buitre están dejando de comprar viviendas por el tema catalán, años después de que los catalanes hayan dejado de comprar viviendas por el tema de los fondos buitre.

“Quina desgràcia!”, gritarán al unísono Trias, Mejías y compañía. El turismo se hunde, la inversión se hunde, y las empresas que ya existían se marchan a la capital del reino. ¿Qué haremos las honradas gentes de Barcelona? ¿Qué beberemos en Navidad si el senyor Freixenet se acaba empadronando en Madrid? ¿Nos quedamos de brazos cruzados viendo cómo baja el precio del suelo, y con ello la vivienda y los alquileres comerciales? ¿Vamos a dejar que la falta de turistas acabe con los locales de ocio nocturno y tengan que abrir en su lugar un colmado o una mercería? ¿Vamos a permitir que el Born acabe convertido EN UN BARRIO?

Me gustaría pensar que este supuesto caos durará mucho. Quizá si ganan las elecciones los candidatos que están en el trullo, la incertidumbre se alargue un poco más, y la gente que quiera reservar aquí sus vacaciones de verano se lo piense dos veces por miedo a encontrarse en medio del Segundo campeonato nazi de lanzamiento de sillas Ciudad de Barcelona. Pero lo más probable es que, cuando llegue el buen tiempo, volverá el olor a choto en el metro, el acordeonista tocando “Despacito” en las terrazas y los RRPP agresivos a la puerta de los bares, así que habrá que disfrutar del Born ahora que se puede. Estáis todos invitados.