En marzo se inauguró un nuevo carril bici (la Bicivia 7) de apenas un kilómetro de largo. “Qué progreso”, estaréis pensando seguramente. Sin embargo, estos 800 metros de pavimento (con la anchura de solo un carril de coche) posibilitan cruzar en bici o a pie una frontera que antes era insuperable: la que separa Esplugues de Llobregat de Barcelona. Eso es porque la nueva infraestructura cruza el nudo viario de la B-23 (la prolongación de la avinguda Diagonal) y la Ronda de Dalt por en medio. Durante décadas, esta barrera física se podía franquear únicamente en vehículo motorizado, o haciendo un desvío de varios kilómetros.

La Bicivia 7 —tal es su nombre, nada que ver con Walden 7— es obra de Batlle i Roig Arquitectes, cuyo despacho se sitúa casualmente en Esplugues a escasos metros del carril. Me acerco ahí en bici desde Ciutat Vella, y al llegar a su comienzo en el lado del parque Cervantes, descubro que se trata de un carril bici “de disseny” con mucho acero Cor-Ten®, el material fetiche de los arquitectos más in. Empezamos bien.

A partir de ahí se sube una cuesta, se pasa por debajo de un puente con ocho carriles (la Ronda de Dalt), se sube por encima de un nuevo puente construido exclusivamente para bicis que cruza un ramal, desde el cual se baja a un túnel debajo de otro ramal para finalmente entrar en la recta final hasta Esplugues. En medio hay un sitio con bancos donde uno se puede sentar, descansar y apreciar toda esta infraestructura fluida. También se han plantado árboles para mejorar el paisaje y crear sombra en verano. La obra, una divertida montaña rusa si vas en bici, es también un logro político: se tuvieron que poner de acuerdo dos municipios y una entidad estatal.

Llego al despacho de Batlle Roig sudando. Le comento a Enric Batlle que está teniendo éxito el carril: ¡había otros ciclistas! Me responde con una pregunta retórica: “¿De dónde vienen? —Y continúa—: Siempre han existido, pero había una barrera que los encerraba. Nuestro interés es crear nuevas formas de conectividad metropolitana, no solo de movilidad sino también conexiones ‘verdes’. El parque como zona verde encerrada es una idea anticuada. Se puede combinar movilidad alternativa con ‘parques’ en forma de corredores verdes que conectan municipios”. Ah, como una rambla, pero a gran escala, me digo. Y sigue: “Por eso creo que todo lo que se está haciendo en Glòries es un error. ¿Para qué estamos construyendo hoy en día túneles para coches cuando estos van a menos?”. Pero añade que el automóvil no desaparecerá completamente de las ciudades, porque siempre harán falta servicios de reparto, taxis, y vehículos de emergencia. Tampoco lo hará el coche privado, a pesar de lo que crean algunos, sobre todo si ya no contamina, como el eléctrico. Además, “hay muchos lugares a los que no llega el transporte público, y probablemente no llegará nunca. Pero lo más importante es crear alternativas al transporte privado motorizado, para que este ya no sea el único modo de desplazamiento en muchos sitios”. Sitios como el nudo viario que separaba dos municipios vecinos y creaba dos mundos paralelos, ahora unidos. Eso sí que es “fer ciutat”.