Regocijaos, mortales sin apellidos majestuosos ni palacios veraniegos; desacomplejaos, hermanos y hermanas: aunque nunca sabréis lo que es la trashumancia, el júbilo de la vida está en cada una de vosotras. Los nuevos vientos silban melodías que nuestros oídos no logran descifrar: se desvanece el yugo del imperio Upper Diagonal; querer vivir ya no será nunca más su monopolio. Hay otra gente que también quiere vivir la vida. Pero ¿qué se entiende por “Vivir la Vida”? Vives la vida cuando haces algo por placer, por gusto, por el mero hecho de hacerlo. Es decir, cuando no estás trabajando. Es ese algo de más que se hace con el fin de hacerlo. Es lo contrario a lo útil. Veamos algunos ejemplos.

J.M. estudió alguna ingeniería; después de unos años de trabajar en una multinacional decidió que el paso más sensato e inteligente para su desarrollo profesional era complementar sus estudios con un em-bi-ey (un máster para gente rica). Pasaron unos cuantos años, y al bordear los cuarenta, ya con un negocio más sólido que el manto que cubre la Tierra, decidió que para vivir la vida su espíritu debía de volar aún más alto: se apuntó al grado de Humanidades. El vivir la vida significaba, para nuestro upper, sentirse cual Michelangelo contemporáneo. Un privilegio al alcance de pocos.

Fernando y Josefa afrontan con ilusión la entrada a la tercera y última etapa de su vida. El comedor de casa, con capacidad para acoger el más ambicioso gulag sin literas imaginado por Stalin, ya hacía tiempo que esperaba la entrada de retoños que dieran sentido al vacío. Serían un buen abuelo y una buena abuela. La función de los abuelos en el Upper no se desliga del vivir la vida o gozar de la última etapa. Los abuelos-comunes cumplen las carencias de los padres y madres. Carencias de tiempo, carencias económicas. Son, pues, útiles en este sentido. Pero ser abuelo en el Upper no va de preparar un mixto de jamón y queso ni de hacer turnos para atender a compromisos escolares. No, para eso están las canguros. En el Upper, la tercera edad también se vive.

Ese «Vivir la vida» se encuentra ahora bajo amenaza de muerte como patrimonio exclusivo del mundo beyond the wall.

Hasta ahora. A día de hoy, ese sentimiento de vivir la vida como expresión del goce sin remordimientos o contrapartidas solo sucedía en el Upper, en la figura de J. M. el renacentista, en los abuelos Fernando y Josefa o en muchos otros modos de vivir la vida (tantos como uppers). Porque, como decíamos, las cosas cambian muy a pesar de algunos. Han bastado más de dos mil años, pero los millennials y las generaciones siguientes están cambiando una cultura ancestral. El trabajo ya no organiza nuestras vidas, y la culpa no nos condena al martirio. Ese “vivir la vida” que reivindicaban los upper diagonalers de la antigüedad como Virgilio o Horacio se encuentra ahora bajo amenaza de muerte como patrimonio exclusivo del mundo beyond the wall.

Ya sabéis: “Carpe diem, tío”, “Collige, virgo, rosas”, y “Hakuna matata”. O si se requiere de referentes actuales, siempre se puede recorrer a un famoso trapero con apellido vacuno. “¿Que qué es el trap? —le preguntaban—.Cocaína y follar.” Pues eso, todxs a vivir, que ya se puede.