Cafetería Baixas · c/ Muntaner 331 · Sarrià – Sant Gervasi || En un domingo a la hora de misa en el barrio de El Galvany es normal no encontrar ni un ánima en la cafetería de la pastelería Baixas, situada en la calle Calaf, entre la calle Santaló y Muntaner. Me decidí a entrar en ella porque en letras doradas y en preciosa tipografía ponía: “Saló de te, cafetería”. Tiene un aire de local anclado en el tiempo de cuando había dinero en Barcelona, aunque en esta zona todavía lo hay. Pensé que estaría lleno de abuelitas que habían quedado para desayunar, pero no, claro, eran las 12 de un domingo delante de una iglesia… difícil encontrar a nadie. Sin muchas expectativas pedí un café solo, el café que lo decide todo. El personal, joven, me atendió muy amablemente (siempre hay que recalcar que, si te sirven con cariño, el café sabe mucho mejor). Un expreso bien hecho, en una tacita con el emblema de la mítica pastelería. Todo muy corporativo. Me senté al lado de la ventana de este local pequeño pero curioso, con ese aspecto de los años 80 sin que lo hayan reformado demasiadas veces en estos 35 años. Mirando a las abuelas y las familias numerosas entrando a misa degusté un café que me sorprendió de lo rico que estaba. Como siempre, en mi opinión, para que un café esté rico ha de entrar solo, pero haciéndose notar en el paladar sin causar una mueca. Seguí degustándolo con calma, con la sola compañía de los trabajadores del lugar. Sin música de fondo ni ruidos. Quizá después de misa el lugar tenga otro aspecto.


Puntuación


Café: 8/10
Ambiente: 7/10 (Me ha faltado un poco de música, ni que fuera tranquila, para dar ambiente.)
Precio/calidad: 8/10 (El café estaba muy rico, pero me ha costado 1,45€. Me parece que tampoco hay que pasarse, vale que estemos en una zona alta de Barcelona, pero, como siempre, se trata de café, no de oro.)


Pros: El lugar es entrañable y tiene terraza interior. A parte de esta cafetería, vale la pena estudiar el tramo de calle donde se sitúa, porque parece fijado en otro tiempo. En una esquina hay una floristería que abre los domingos y la iglesia tiene aspecto de arquitectura franquista. Digno de ver.
Contras: Me hubiera gustado que el local fuera mucho más kitsch.


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