Ahora que vais de gluten hasta las cejas y la mayoría de vosotras ya sois celíacas, hablemos de salud. Imagina que tienes cita con tu médico en un CAP con una puerta de hierro que pesa un quintal. Cuando consigues cruzar el umbral te reciben grietas en las paredes y unas manchas de moho de tamaño Oreo. Llegarás a la consulta si no está lloviendo, como ocurrió hace unos meses, y empezó a caer agua a chorro por una de las lámparas del primer piso. Si vives en el norte del Raval no tienes que imaginártelo. Ya sabes que es tu CAP. Lo que quizá no sabes es que después de años de luchar para que se construya uno nuevo, están a punto de perder otra vez.

Los movimientos sociales son la escuela del fracaso. Y siguen haciéndolo mejor, hasta que a veces están a punto de ganar. En la consulta de la médica de familia Laura Romera no hay espacio ni para que el paciente se desvista con intimidad. No le queda otra que girarse o mirar para otro lado, casi como si fuera una metáfora. Y no lo es porque Romera pelea mientras pone una silla en la puerta para que nadie la abra y se dé de bruces con el paciente en la camilla, que está nada más entrar.

Ella, otras muchas profesionales del centro, pacientes y vecinas vieron pasar un edifico que se fue para la Massana, otro que le cayó a la Blanquerna y cuando parecía que acariciaban el tercero y definitivo, se enteraron por la prensa de que iba a ser para el MACBA. La noticia la leyeron en junio. Y se hartaron. Y empezaron a montar el pollo.

Las cosas están como sigue:

Por lo que cuentan las activistas, el Ayuntamiento estaba a favor de que ese edificio, la Capella de la Misericòrdia, fuera el nuevo emplazamiento del CAP. Pero la decisión tendría que pasar por el pleno, donde solo están a favor BComú y la CUP, que suman 14 votos cuando para alcanzar la mayoría se necesitan 21. Así que, complicado.

El PSC, por ejemplo, se oponía caminando por la cuerda floja entre salud y cultura: la ampliación del MACBA es “muy necesaria” porque la plaça dels Àngels y su entorno “se han convertido en uno de los polos culturales más potentes de la ciudad”, pero a la vez señalaban que “la ampliación, reforma o cambio del CAP es una prioridad”. Es decir, que se busque otro edificio o se amplíe el que tiene.

El actual CAP no reúne las condiciones para seguir albergando el centro sanitario.

Pero quien en realidad tiene la última palabra es la Generalitat. Hablando con el CatSalut, sus técnicos tienen claro que “sí o sí” hay que construir un nuevo CAP porque el actual no reúne las condiciones para seguir albergando el centro sanitario. Ahora mismo están evaluando propuestas, entre ellas, la de la Capella de la Misericòrdia, y harán público su veredicto en los próximos días. Pero chocarán con el Departament de Cultura, que evidentemente defenderá que la capella sea para el MACBA. Tienen las de ganar, porque el edificio está cedido al museo desde hace 5 años y hasta dentro de 25, aunque hablando con su servicio de prensa, confían en que el conflicto se resuelva buscando otro lugar para el CAP. También confirman que efectivamente, no es que no hayan puesto una excavadora a funcionar por el momento, sino que ni siquiera tienen aún los planes de la ampliación.

Aunque en el CatSalut no descartan oficialmente que el edificio que iba para el MACBA vaya a ser para el CAP, quienes están al tanto de las negociaciones sí lo dan por hecho. Una fuente cuenta que se quiere recalificar la capella para que no llegue a tener los metros útiles que necesitaría el ambulatorio. “Si necesita 1.500 m2, se le darán 1.497” para legalizar la imposibilidad del CAP y la idoneidad para ser sede de la ampliación del museo. Y todo queda entre amigas.

Mientras CatSalut estudia las propuestas y las debate con el Departament de Cultura, las vecinas, pacientes y profesionales del centro se arman de argumentos y valor para seguir luchando. No es porque tenga que ser sí o sí el edificio que se acabará llevando el MACBA —porque aunque a veces los movimientos sociales ganen, lo que no suelen hacer es triunfar—, sino porque las mismas voces que hablan de recalificación, también confiesan que se valora la posibilidad de rebajar la calificación de Patrimonio Cultural del edificio actual para permitir las reformas que lleven a su mejora y ampliación. Y por ahí sí que no pasan, que una cosa es fracasar y otra jugarse la vida.