CEIP Escola dels Encants es un equipamento singular situado en la confluencia de las calles Consell de Cent y Cartagena que fue inaugurado en 2015, después de que sus alumnos pasasen años alojados en barracones. Proyectado por el arquitecto Roger Méndez Badias, el edificio es sobrio y discreto por fuera, y diáfano y acogedor por dentro. Solo existe un pequeño problema: en el solar colindante, está prevista la construcción de un edificio de oficinas de 20 plantas que, por su orientación sur respecto al cole, lo sumirá en la sombra durante todo el día.

Seguramente os preguntáis lo mismo que yo: ¿cómo es posible que esto ocurra? ¿No existe algo llamado “planificación urbana” que evita este tipo de problemas en las grandes ciudades? En un proyecto urbanístico, ¿no se coordinan con antelación la volumetría de los edificios y sus efectos sobre el entorno mediante estudios de asoleamiento hechos con maquetas 3D? Hombre, no es precisamente ciencia espacial.

Es cierto que, en una ciudad densa como la nuestra, suele ocurrir que existan edificios que nos roben el sol durante algún momento del día, igual que los que nos tapan algunas vistas. Es inevitable, y lo aceptamos como parte de nuestra vida urbana cotidiana. Incluso creo que en una metrópolis toca tener algunos edificios más altos y monumentales que otros. No cabe duda.

¿Pero es lógico que se instale un “office tower” a escasos metros de un colegio infantíl que se acaba de estrenar hace dos años?

Para más inri, el colegio es un edificio ecológico, con placas solares, vegetación, espacios exteriores… ¿Nadie en el Ajuntament se planteó la posibilidad de que todo esto es absolutamente incompatible con un vecino que lo deja en la sombra durante gran parte del día, sobre todo en invierno? ¿Cómo se puede haber proyectado un colegio tan idílico sin tener ni puñetera idea de lo que se podría llegar a construir al lado, en cuanto a volumetría máxima permitida?

Algo parecido pasó hace unos años justo al otro lado de la plaça de les Glòries, cuando MBM proyectó el Disseny Hub —la llamada “grapadora” por su silueta y sede del Museu del Disseny, el Foment de les Arts i del Disseny (FAD) i el Barcelona Centre de Disseny (BCD)— como una respuesta arquitectónica al anillo vial elevado que tenía en frente, el llamado “tambor” de Glòries. Como ya sabemos, la infraestructura vial, que sirvió como pretexto para dotar al Disseny Hub de un voladizo descomunal, se tiró abajo poco después de inaugurarse este equipamiento. Ahora no tiene sentido este voladizo icónico (si es que lo ha tenido alguna vez). Ahora queda aún más ridículo.

¿Cómo ocurre esta falta de coordinación urbana? Es verdad que hemos tenido varios cambios de gobierno municipal últimamente, y ya sabemos lo que significa eso: se tiene que cambiar absolutamente todo. Eso parece haber sido el mantra de aquel gobierno con el “problema del 3%” que solo duró cuatro años, y a cuyo concejal de urbanismo le gustaba mucho pronunciar la palabra inglesa “cluster” cuando hablaba de agrupamientos. ¡Vaya!

Glòries es una transformación urbana como pocas que haya tenido Barcelona en las últimas décadas, lo que hace más tremenda aún la evidente falta de reflexión, planificación y coordinación. Allí se ha hecho todo sobre la marcha, improvisando y dejándolo sin coherencia alguna. En inglés existe una palabra vulgar que describe esto perfectamente, y para la que no existe traducción española: “clusterfuck”.