En los últimos tiempos, mis amigos se habían recluido en sus habitaciones. Mientras yo me capuzaba cubatas, ellos se enchufaban series americanas. El FBI ha venido a solucionar mis problemas de celos.

 

Lo más curioso del fenómeno serie yanqui es la pátina de intelectualidad y crítica que se les presupone a más o menos interesantes y originales culebrones que perpetúan el “American way of life”. No inocentemente Fox produce Los Simpson, serie rebeldemente conservadora o Padre de Familia, la gran serie nihilista. Sólo hay que echarle un vistazo a la caterva de sitcoms de líos de faldas amorosos y tufo a buenrollismo, o acaso alguien vio alguna vez algún tipo de trama política o laboral en Friends. Hay una sola excepción; The Wire, la gran tragedia sisífica capitalista.

 

El gordo de Megaupload ha dado con sus huesos en la cárcel en una operación del FBI que nos recuerda quién tiene la sartén por el mango (véase Syriana). La gran paradoja de nuestro rubicundo gorderas es que mientras esquilmaba beneficios a las grandes empresas del entretenimiento americanas, perpetuaba ideológicamente el modelo capitalista que las amparaba. El Robin Hood de leotardos apretados robaba Prozac para regalarlo a los pobres.

 

Hay además una hipocresía muy fácil de detectar. Si os cae bien el gorderas también deberíais simpatizar con Fabra, pues la única diferencia es de radio de acción y de suerte con la lotería. Los dos llevan gafas negras, les gusta la F1 y el lujo. Los dos se enriquecen fraudulentamente y gozan de la simpatía de quienes se aprovechan de sus hurtos. No en balde Fabra ha tejido una red de clientelismos con la que arrasa en las elecciones, igual que la dosis de series yanquis. Os dejo pensando donde queda Anonymous en toda esta analogía.