«Entornos Habitables», de Col·lectiu punt 6 realizada por Alahama Molina sobre dibujo de Marta Fonseca.

«Vivimos en ciudades que, año tras año, se han ido desvinculando de su propia esencia: mejorar la existencia de las personas, con sus vidas y condiciones diversas»

Nuestras ciudades están diseñadas para producir. No para vivir. Desde la revolución industrial la verdadera prioridad, la parte superior de la pirámide urbana, ha sido y sigue siendo la actividad económica. Y el planeamiento urbano, el modelo de movilidad y el diseño del espacio público no escapan de su influencia.

En ellas es relativamente fácil repartir mercancías, ir a trabajar y consumir. Pero cada vez es más difícil huir del ruido, respirar un aire limpio, disfrutar del espacio público sin tener que consumir o sentirnos seguros y seguras en nuestras calles. Son ciudades que, año tras año, se han ido desvinculando de su propia esencia: mejorar la existencia de las personas, con sus vidas y condiciones diversas.

En cambio, una ciudad que escucha y observa con una mirada atenta y empática se acerca a la gente, la entiende y la cuida. Genera complicidad y comunidad. Esta mirada es multidimensional. No solo depende de la política, también de muchos otros agentes, como la arquitectura y el urbanismo.

Según Zaida Muxí, doctora arquitecta especialista en arquitectura y urbanismo en perspectiva de género, el primer paso para hacer ciudades más seguras es comprender que los espacios públicos han de congregar diferentes tipos de personas. En este sentido, es importante incorporar las experiencias invisibilizadas de las mujeres tanto en el análisis y la diagnosis del problema como en el proyecto que proponga una solución. Por ejemplo, a través del diseño podremos evitar rincones invisibles y oscuros, enseñar claramente los posibles recorridos, mantener una iluminación constante y suficiente y garantizar la accesibilidad universal.

En Barcelona hay buenas intenciones. “Poner las personas y las vidas diversas en primer plano es el eje de este gobierno. Desde el “Pla per la justicia de gènere 2016-2020”, se han redactado programas y ordenanzas que buscan una ciudad más inclusiva e igualitaria, más feminista.” Muxí valora que en distintos barrios de la ciudad se hayan realizado estudios para conocer la percepción de seguridad de las mujeres, así como procesos participativos con gente mayor para obtener criterios de diseño del espacio público. También destaca el proyecto “Barcelona da mucho juego”, que pretende impulsar y desarrollar una estrategia que favorezca el derecho al juego de niños, niñas y adolescentes en las calles y plazas de la ciudad.

Debemos crear un entorno saludable y sostenible, un lugar que fomente la cohesión social, la inclusión, la igualdad, la diversidad y la seguridad. Esto pasa, sin duda, por aquel diseño que contempla las verdaderas necesidades innatas del ser humano y los diferentes puntos de vista de los ciudadanos: su edad, su género, su cultura, su estado físico y su estado anímico. Por una ciudad mixta y compacta, donde la proximidad y las distancias cortas nos permitan estar en sintonía con los tiempos de vida.

Queremos ciudades para vivir, ciudades que nos cuiden. Quizá es cuestión de escuchar.