354 personas murieron el año pasado por mala calidad del aire. Concretamente, por partículas contaminantes PM2,5, que son las que emiten los coches diésel, según la Agència de Salut Pública de Barcelona. Y aun así las cifras han mejorado porque la misma institución estima que entre 2010 y 2017 se produjeron 424 muertes anuales por esa razón. Ahora es cuando dejáis de cagaros en las superilles, en el ensanchamiento de las aceras que elimina plazas de parking y en el nuevo planazo del Eixample: “Omplim de vida els entorns escolars”.
El Ayuntamiento de Ada Colau considera que es necesario afrontar los retos ambientales para mejorar la calidad de vida de las personas. Especialmente “en los entornos escolares, punto de encuentro y relación social y urbana privilegiado”. La salida del cole tiene que ser un espacio público y hasta ahora era un “venga Paquita, vámonos” porque entre la puerta y los coches había un par de metros de acera en los que a nadie le apetecía quedarse. Y así no se puede vivir.
Vivan esos nuevos espacios con el suelo pintado de colores que se han convertido en una extensión del colegio reduciendo la presencia del coche. Los habréis visto por todo el Eixample. Flanqueados por enormes macetas de madera a modo de barrera, se crean rincones donde los padres pueden esperar tranquilos a que salgan los niños y no como Iker Casillas, preparados parar frenar la carrera de la cría por los coches que pasan por detrás.
Todo empezó con el Camí Amic, una iniciativa de los vecinos del Eixample que buscaba pacificar el eje Consell de Cent – Comte Borrell y que los niños pudieran andar por las calles vecinas a sus escuelas sin cruzarse con tanto coche. Gracias a ellos, Comte Borrell es hoy una Via 30: aceras anchas y un solo carril por el que los coches no pueden superar los 30 km/h.
Se acabaron, o al menos de momento, las obras faraónicas pensadas por un solo equipo de arquitectos que no ha de contar con la participación ciudadana.
Ahora se han ampliado las aceras de los coles y el alumnado ha participado en la decoración del nuevo mini-patio. Pero el plan es ir goteando estos espacios y junto a las superilles llegar a pacificar más calles. No todas las actuaciones que ha habido hasta ahora serán definitivas, algunas están de forma puntual para “visualizar los cambios fácil y rápidamente”, dicen en el Ejecutivo municipal. La táctica del ensayo y error ha caracterizado el urbanismo de Colau, que ya empezó con una prueba piloto el modelo superilla y ahora vuelve a usarlo, porque estas “transformaciones físicas flexibles” necesitan poco presupuesto y son reversibles. Y porque así la gente las experimenta y las valora. Se acabaron, o al menos de momento, las obras faraónicas pensadas por un solo equipo de arquitectos que no ha de contar con la participación ciudadana.
En el futuro de la ciudad, la batalla se libra entre dos bandos: el que entiende la ciudad como un espacio por el que desplazarse, y el que lo asimila como espacio de encuentro. Si vas a todo en coche, estás en el primero. Si te mola pasear, en el segundo. El Ayuntamiento de Colau está en este frente, entre otras cosas porque cree que la función de recreo “ha sido erosionada”.
Como los espacios verdes. Por eso estas nuevas salidas de cole tienen plantas. Si las queréis ver, están en los CEIP Diputació y Auró, en el IES Viladomat y en la Escola Maria Auxiliadora. En ellas han participado los padres, las directivas escolares y las alumnas. Llevan trabajando desde julio de 2016 para que sean realidad hoy.
Sin tener que hacer mucha obra se ha mejorado la vida de las vecinas. De las que no tienen coche o no lo aparcan en la calle, por lo menos. En Viladomat han pintado el suelo con formas geométricas, han instalado tarimas de madera con jardineras donde antes pasaba el tráfico, y han salvado el desnivel para que todo quedara en una sola superficie. Se añaden unos bancos en el chaflán y unas papeleras y en un periquete te queda una plaza nueva estupenda. Y, uf, hasta se respira mejor, ¿no?