Ahora que ya sabemos que hay ratas podridas en la Guardia Urbana, en el Hospital del Mar, en los juzgados de instrucción, en el Ajuntament. Ahora que sabemos que siguen ejerciendo, que están jubiladas, trabajan para la ONU, hacen partes de lesiones en las contradenuncias de los Mossos o incluso se atreven a negarlo todo, ha llegado la hora de enfundarse un traje de aislamiento y entrar a limpiar. Como si la corrupción matara más que el ébola -y véase el uso del subjuntivo a falta de cifras concretas.

La izquierda, los ecologistas y/o los populistas -cada uno que los llame como más le guste- lo viste uniendo trocitos. ICV-EUIA, Equo, Guanyem, Podem Barcelona y Procés Constituent han llegado a un «principio de acuerdo» para presentar una candidatura conjunta que compita por la alcaldía de Barcelona en las municipales. La única candidata de consenso, de momento, es Ada Colau. De más nombres y programas, se irá sabiendo poco a poco. Cada uno de los partidos irá refrendando en sus respectivas asambleas, los candidatos y las ideas prioritarias.

La renovación es urgente. Entre otras cosas, porque la Fiscalía, después de ver Ciutat Morta, todavía no ve indicios para reabrir el caso. Los condenados por el 4F han exigido hoy a las instituciones que lo vuelvan a ver, que lo examinen y que se esfuercen por encontrar nuevas pruebas. Si el testimonio de la Guardia Urbana fue suficiente para condenarles, el suyo debería ser al menos igual de válido para replantear el caso. Hasta ahora, lo que sabemos es que a Silvia Villuelas la han despedido de Segur Ibérica por participar en el documental y que el jefe de información de la Guardia Urbana, Víctor Gibanel, consiguió censurar los cinco minutos claves en los que aparece en Ciutat Morta, en su emisión en TV3. ¿Manos a la obra para resucitar?