Las cotorras argentinas, menos conocidas por el impronunciable nombre científico, myopsitta monachus, aparecieron en Barcelona en 1975, como si un sexto sentido les advirtiera de que ese año había que venir a España a celebrar.

Originarias de América del Sur, fueron abandonadas por algunos de sus dueños que cansados de ellas decidieron pasarle el problema a otro. ¡Y vaya problema!

Las cotorras argentinas son una especie exótica invasora que puede ser un auténtico peligro para la flora y fauna de Barcelona, así como para sus habitantes. La llamada isla de calor que vivimos en la ciudad -con un microclima propiciado por el cambio climático- ha desencadenado que la urbe sea un resort para los pájaros. Hay varios factores que han acomodado la vida de estos animales; por ejemplo, la alimentación por los vecinos, la falta de depredadores o la cantidad de parques y lugares donde anidar.

Incluso han llegado a hacer segundas puestas con lo que, de momento, su descendencia está asegurada en una multiplicación exponencial. Los datos muestran que llegan a criar más que en su lugar de origen; es decir, en un futuro podemos tener el privilegio vil de ser la primera ciudad en abrir un Airbnb para cotorras de todo el mundo. Actualmente, en el año 2021, se estima que viven 15.000 cotorras en nuestra ciudad; y es probable que el aumento sea exponencial año tras año hasta llegar a doblar esa cifra en 2024.

Tampoco les falta el alimento. Comen las migajas que les ofrecen los vecinos, las flores ornamentales de la ciudad o incluso las frutas de los huertos urbanos. Los residentes de los barrios de Horta y Sarrià dicen estar hartos de estos pájaros verdes que han llegado a acabar con el 80% de la producción de los huertos. Las poblaciones del Baix Llobregat y la plana de Lleida, entre otras, están siendo gravemente afectadas por la destrucción de las cosechas a costa del pico de estos animalitos. Son perjudiciales para los cultivos de ciruela, maíz, pera, caqui y tomates, con ataques que han llevado a que se pierdan hasta 100.000 unidades, ¡casi nada!

Los nidos están compuestos por varias entradas y diversos túneles, obras de ingeniería faraónica creadas por seres fuertes e inteligentes. Pueden llegar a ser peligrosos si caen al suelo, dañando la infraestructura de la ciudad o incluso hiriendo a alguna persona.

Por si no fuera suficiente, además están creando problemas graves entre la ciudadanía. Son animales que crean un gran jolgorio y ya son varios los vecinos que se han quejado formalemente al Ayuntamiento. Son peores que un vecino ruidoso. Además, los nidos de estos animales pueden pesar 50 kilos y se han llegado a observar nidos de hasta ¡300 kilos! Una auténtica barbaridad. Los nidos están compuestos por varias entradas y diversos túneles, obras de ingeniería faraónica creadas por seres fuertes e inteligentes. Pueden llegar a ser peligrosos si caen al suelo, dañando la infraestructura de la ciudad o incluso hiriendo a alguna persona.

Es probable que la intención de las cotorras sea clara y evidente: quieren comenzar una guerra contra el ser humano; pero lo que no saben es que nosotros tenemos un arma secreta: Parcs i Jardins.

Los moradores tradicionales de Barcelona, es decir, los gorriones, las urracas, los mirlos o los murciélagos, se han visto desplazados debido a la alta presencia de las cotorras. Es probable que la intención de las cotorras sea clara y evidente: quieren comenzar una guerra contra el ser humano; pero lo que no saben es que nosotros tenemos un arma secreta: Parcs i Jardins. Desde esta entidad se está llevando a cabo un plan para evitar que estos animales se conviertan en una plaga.

La manera de actuar es retirando los nidos en épocas de poda o los que tienen riesgo de desprenderse y causar daño a algún viandante. Si el nido contiene huevos o polluelos se envían a centros de recuperación. El control de la plaga se antoja complejo. Pese al control de nidos, Parcs i Jardins solo puede disminuir la proliferación de nidos pero no evitar que sigan criando. Las cotorras llegan a hacer dos puestas al año; si cuando retiran el nido ya han hecho una puesta, habrán seguido criando. Todavía no se acaba de tener claro si estas medidas pueden controlar a la población, por lo que el futuro es realmente incierto.

También se ha descartado la opción de cazar a las adultas porque aprenden rápido y son inteligentes, por lo que sería un ejercicio harto complicado. ¡Son indestructibles! La diferencia con las palomas es tan evidente que puede observarse en una breve acción: las cotorras agarran la migaja de pan y se la llevan al nido; las palomas no levantan ni un centímetro del suelo y se arrastran sin motivación alguna, como si dudaran de su existencia.

En otras partes del Estado Español, como en el frente aragonés, se han tomado las cosas más en serio y la batalla ya ha comenzado. En Zaragoza han empezado a esterilizar huevos y eliminar a las cotorras argentinas a base de escopetazos. A tiro limpio. Habrán pensado que si el diálogo no funciona, había que pasar al plan B. En la Comunidad de Madrid también han optado por el plan alternativo y empuñar la escopeta.

Veremos si a Barcelona llegan este tipo de remedios. De momento, todo se encamina a lo que parece una inevitable III Guerra Mundial en la Ciudad Condal.