[quote align=»left»]Cuando dos personas salen de una exposición, la argumentación en contra se coloca por encima de la argumentación a favor de dicha exposiciónEl poder de la negación es frecuentemente superior al de la afirmación. Esta frase, que parece muy abstracta, se puede explicar con un ejemplo hipotético bastante sencillo. Cuando dos personas están decidiendo qué hacer y una propone algo y la otra lo rechaza, el plan propuesto por una de ellas tiende a no realizarse. Si aplicamos esto a la cultura y, por inclusión, al arte, las consecuencias del poder de la negatividad se perciben en qué tiene más distinción social criticar que aplaudir. Cuando dos personas salen de una exposición, la argumentación en contra se coloca por encima de la argumentación a favor de dicha exposición. El elogio siempre corre el riesgo de ser ingenuo. Consciente o inconscientemente, la ingenuidad es uno de los muchos riesgos que el ego humano quiere evitar.
Esta autoridad de la crítica negativa se percibe en diferentes operaciones mentales que priorizan la búsqueda de fallos en los proyectos y contextos artísticos y no tanto sus aciertos. Tanto es así que a veces nos olvidamos de reafirmarnos en lo que sí nos gusta del arte. Por ejemplo, cosas que pasan en Barcelona fuera del perímetro de acción de las grandes instituciones públicas y que no son tan fáciles de encontrar como un museo en el centro de una plaza. Cosas que suceden en otros espacios, de corta duración y que priorizan otra relación con el arte diferente a la del espectador en silencio. Algunas de ellas ocupan espacios domésticos, como el Passadís (en l’Eixample) o el Espai Colona, que ha decidido asaltar momentáneamente un escaparate de Sant Pere més Alt durante unos días. Otras tienen lugar en Vallvidrera, como Halfhouse, consiguiendo que hagamos eso tan complicado para el urbanita perezoso: salir de la ciudad durante un rato. Cosas que, además, pueden desactivar la crítica de la razón negativa.