Si alguna vez os han engañado, si alguna vez os han herido, si alguna vez os han amado, odiado o temido intensamente podéis repetir la experiencia todas las noches de primer miércoles de mes en la Granja de Gavà, local pionero de la poesía ravalera. Los versos más canallas fluyen de la boca de quien quiere y, libremente, abruman paredes, ventanas, pañuelos y mocos. Se llaman Ladrones de Lunas y llevan más de 15 años al pie del cañón leyendo infructuosas palabras en busca y captura de la libertad de expresión en su aceptación más literal del término. “Cada noche intentamos quedarnos con nuestro único satélite natural, pero no hay manera. Siempre tenemos que repetir al mes siguiente”, anuncia un tipo de atuendos sospechosos, macropendientes, pintarrajeado e inquietantemente absorto. La calle vacía, el local a tope. Aquí no hay príncipes, hay antiprincesas. Y no son azules, de hecho tienen ancas. “Lo importante es crear… No, lo importante es creer… No, no: lo importante es criar… No, no, no: lo importante es croar, dijo la rana». Y así casi toda la noche. Manuel, Xavi, Andreu, Olivia, Miquel, Carlos y sus dobles. Joaquín Costa, 37. Aquí nació Terenci Moix.

La poesía aquí resulta un reinvento de la belleza, «la única protesta válida en este asqueroso mundo», dispara alguien disfrazado de bruja. Y el mar, húmedo, mojado, en constante performance, sigue a la suya, como un torrente de inspiraciones e ideas que entorpecen una y otra vez a ignorantes y conocidos. Con el misterio como axioma y actuaciones a destajo, seguramente muchos de los rapsodas no tenían previsto serlo cuando salieron de sus casas esta mañana. No hay lista de espera, no hay micrófono, no hay tarima. Que cada cual aguante su vela. Y sale otro hombre con guantes blancos, corbata y una ligera aproximación al rock’n’roll. ¿Quién da más?