Hace no mucho llegó a mis ojos una viñeta de Grizelda en la que una agente inmobiliaria explicaba a sus clientes: “This area is very popular with people who write articles about the evils of gentrification”. Y lo sentí como una pequeña puñalada en el corazón, como un touché más bien tirando a zasca. ¿Qué sería de mi vida sin quejarme de la gentrificación mientras celebro la reciente apertura de una nueva vermutería en el barrio? ¿Y qué parte de culpa tengo yo en esta transformación de la ciudad?

A ver, tampoco nos flipemos, que yo gentrifico lo justo. Que ni tengo ahorros en fondos de inversión, ni tengo ahorros en general, y soy más de pillar unas latillas y tomar algo en una plaza, pero está prohibido. Se podría decir que soy un agente gentrificador pasivo, circunstancial. Es decir, no me levanto por las mañanas pensando en lo mucho que voy a gentrificar a lo largo del día, ni me lo marco como propósito de Año Nuevo. Pero si voy al bar moderno de turno, pienso en la gente del barrio de toda la vida que mirará con recelo la apertura de nuevos locales populares y la consecuente revalorización de la zona. Y si voy al bar de siempre, el bar de viejos de toda la vida, me siento como un pequeño intruso gentrificador y no puedo evitar pensar en lo que haría yo en ese local para revalorizarlo si fuera mío.

Porque, no nos engañemos, es fácil dejarse llevar por el fantasma del capital. En ocasiones paseo por mi nuevo barrio y me sorprendo de que una zona tan céntrica esté aún tan poco explotada. También es que vengo de pasar un lustro en el Born, donde las vecinas de siempre cuentan cómo pasó en poco tiempo de ser un barrio de yonquis a lo que es ahora, un cortijo de inversores sacando tajada del turisteo (holi, @mksjosoccdr –F.K.A. @mkserra).

Pero aquí, en La Nova Esquerra de l’Eixample, aún hay comercio normal. Por haber, hay hasta tapiceros, que no es que yo les dé mucho trabajo pero me parece guay que estén ahí. Con todo esto os quiero decir que dejéis a mi barrio en paz. Sin acritud, ¿eh? Si no piensas comprar edificios para desahuciar, reformar y revender, no te preocupes, la cosa no va contigo, ven a vernos cuando quieras. Pero si vas por la vida leyendo las páginas salmón de los periódicos y revisando cada día la fluctuación de los mercados y la prima de riesgo, ándate con cuidado: a los novaesquerrencs nos gustan las vecinas de siempre en sus casas de siempre, los bares de viejos y las tapicerías.