Termina el verano, esa época del año en la que venderíamos nuestra alma a Satanás a cambio de una noche fresca en algún pueblo perdido de Galicia. Esa estación en la que funcionamos regular y nos sentimos idiotas e inútiles, “algunos más que otros, y no miro a nadie”, digo mientras me miro de reojo en el espejo. Pero ya es septiembre, y espero que para cuando leas estas líneas el calor haya desaparecido —o él o yo, no podemos quedar dos—. Con el cerebro en huelga, ¿cómo demonios afrontar mi primera depresión posvacacional en el Eixample Esquerre?

Mi barrio no es obrero ni burgués. Es Eixample, sí, pero es la periferia del Eixample. Aquí conviven fincas regias de grandes pisos con edificios tardofranquistas de apartamentos de 50 metros cuadrados, por lo que la capacidad de gasto y duración de las vacaciones varía en función de la renta. Unos a las islas Fiyi, otros a Illa Fantasia. Con los negocios pasa lo mismo: unos cierran por las vacaciones y otros por la crisis. O porque se pensaron que aquí lo petaría un bistrot de brunch y vermut, pero la realidad les ha hecho ver que l’Antiga Esquerra y la Nova Esquerra son barrios diferentes.

Todos sufrimos el regreso a la rutina en intensidad proporcional a lo que hayamos disfrutado durante nuestra escapada. Pero hay un truco para no sufrirla: no tener vacaciones. ¿Tendrás depresión? Probablemente.¿Será posvacacional? Pues no. Además, si eres un Autónomo de Mierda®, como yo, te ahorras las conversaciones de oficina del tipo “Jo, macho, qué bajón, con lo bien que estaba en Tailandia…”.

Es triste pensar que las vacaciones son solo una ilusión temporal para tomar conciencia de la mierda de vida que tenemos el resto del año. Es como el mito de la caverna solo que, después de salir a la luz y ver lo bueno durante un rato, te vuelves a encadenar al fondo durante los próximos once meses porque “es lo que toca”.

Pero el karma es omnipresente y todopoderoso y, tanto si has tenido vacaciones como si no, siempre te quedará el consuelo de saber que la depresión azota con fuerza a todos por igual. También a los turistas que vienen a liarla parda en Barcelona.