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Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado. Con esta frase Rafael Sánchez Ferlosio tituló uno de sus libros de ensayo en los años ochenta. Ahora, un nuevo héroe parece querer entronizarse en el panteón de los dioses caídos en un consejo de administración: se llama Pablo Iglesias, pero no, rectifico, es posible que ya no se trate de un nombre, sino de una marca.

[quote align=»left»]El acto que Podemos celebró en la Vall d’Hebron lo rubricó con un “Empieza el cambio”. CiU utilizó el mismo lema en 2010, el PP, en 2011.Si el axioma es que nuevos tiempos requieren nueva política, y nueva política requiere nuevas palabras, con el Iglesias hemos topado. La ecuación consistirá en calibrar la distancia entre lo que ha dicho Podemos, lo que está diciendo y lo que puede llegar a decir. Como afirma Pablo Iglesias, están haciendo campaña para ganar. Y para ganar hay que ampliar el espectro de votantes. He aquí otra fórmula: a cuantas más personas tenga que llegar el mensaje, menos tendrá que decir. Esto que parece obvio conlleva precisamente los peligros de la indefinición y del cálculo cínico. Veamos de qué hablo.

El acto que Podemos celebró en la Vall d’Hebron hace unos meses lo rubricó con un “Empieza el cambio”. CiU utilizó el mismo lema en 2010, el PP, en 2011. Vaya. Luego Público entrevistó a Pablo Iglesias: “Vamos a hacer el gobierno de los mejores”. Caramba. Imposible no recordar el que ha resultado ser un bochornoso “govern dels millors” que Artur Mas prometió en su primera elección. Todo esto es seguidismo burdo, estático y premeditado, pero, ya que Podemos habla de cambio, veamos qué dice: cuando le advirtieron a Pablo del cambio entre hablar de “impago” de la deuda y “reestructuración”, respondió: “Así se entiende mejor”. No, Pablo, así no se entiende mejor: no es lo mismo. Recapitulemos, entonces: cuando hablan de cambio no hay cambio, y cuando de hecho sí cambian, lo niegan. Qué tipos.

Podemos, siempre reacio a crear algo, ha sustituido la derecha y la izquierda por la casta y el puebloLógicamente, esto les crea varios obstáculos para definirse a sí mismos. “Yo nunca he dicho que seamos ni de izquierdas ni de derechas. Reto a encontrar una frase donde lo diga. Lo que yo digo es que lo que estamos diciendo no es de derechas ni de izquierdas, y eso es de sentido común.” (Dios, cómo me recuerda a Mariano.) La táctica de no ser de derechas ni de izquierdas es muy efectiva sobre todo en momentos de crisis, y por cierto nada nueva, ya que ha sido utilizada por Primo de Rivera, Fidel Castro, Hugo Chávez, Rosa Díez y Albert Rivera, entre otros niños monstruo que si les das cancha te queman el patio. Mariano también se la apropió en 2008: “España no es de izquierdas ni de derechas”, (“España es española”, le faltó añadir).

Podemos, siempre reacio a crear algo, ha sustituido la derecha y la izquierda por la casta y el pueblo. No descarto que “la casta” sea una manera críptica de llamar a la Virgen (ni que Pablo Iglesias sea un tapado de los Legionarios de Cristo) pero, más allá de la conjetura, la elección de estos dos extremos no deja lugar a matices: o se es del pueblo o se es de la casta, no hay espacio para la discusión política. Así se entiende mejor, oigo que dice Pablo. No, Pablo, así no se entiende nada. Y precisamente en esto consiste una estrategia cuyo objetivo expreso es la toma del poder. ¿A qué precio? Al de mantener los viejos dioses del lenguaje publicitario y maniqueo. Vaya cambio.

[gdl_icon type=»icon-circle-blank» color=»#222″ size=»18px»]Ilustración de Ivan Cuadros
[gdl_icon type=»icon-circle-blank» color=»#222″ size=»18px»]Lee todos los análisis políticos de Viento Idiota de Alfonso Barguñó aquí