Después de un año de trámites, apostillas, compulsados y otras alegrías tenía por fin mi inscripción válida en la universidad. Iba a poder sacar oficialmente libros de la biblioteca. Pagué la matrícula y mandé un email para enterarme de cuándo iba a recibir el carnet. “El carnet lo tramita el Banco Santander a través de la agencia que tiene en el Campus”, me contestaron. ¿Un banco que te da un carnet para sacar un libro de una biblioteca universitaria? Si en la biblioteca municipal ni me pidieron estar empadronada. No lo podía creer hasta que lo vi.

Arriba de todo, el Santander estaba al lado de la tienda de merchandising de la UB. “Carnet UB solo dimecres”. El cartel figuraba entre dos publicidades de préstamos. Una niña que quería ser princesa y que, por eso, pintaba una habitación de rosa, y un chaval que se quería comprar un coche. Claro, niña princesa que estudiará literatura, y chaval piloto que estudiará física. Además de si le toca la lotería a su madre. Entonces, irá a estudiar en Cambridge, como lo cuenta la publicidad de la lotería nacional. «Porque no hay sueños baratos», osa añadir el eslogan. ¿De qué era el libro que quería sacar? Ah sí… Educación Pública…

Abrí la puerta y la señora, que parecía tan agobiada como yo, me dejó hacer el trámite aunque fuera martes. Dejé mis datos y mi foto al Santander. Y dentro de un mes, la UB me mandará mi carnet… ¿Qué? Y yo que venía a buscar el documento que acreditaba mi estatuto social sin ánimo de lucro. Bueno, para tranquilizarme, la señora me aseguró que ya podía empezar a estudiar sacando libros y que sólo tenía que decir que el trámite estaba en proceso. Gracias. Adiós. Busqué en la red y encontré en la misma página web de la universidad eso:

[quote align=»center»]«El Banc Santander té una gran experiència en la prestació d’aquest servei, i en aquests moments més de sis milions d’universitaris de més de 200 universitats d’arreu del món utilitzen aquest carnet (…). »

¿Faltaba dar las gracias? ¡Qué comunidad de talentosos clientes potenciales tan maca!

Me sorprendió tanto que lo comenté con una amiga. Sacó su cartera y me enseñó su carnet. “Yo soy de La Caixa”. El logo del banco tenía el mismo tamaño que el de la UAB. Déu n’hi do, ¡qué pluralidad! Compartir el pastel… como el día que tuve que pagar la matricula del curso de catalán del Centre de Normalització Lingüística a la Caixa y el libro al Santander. Pero parece ser que uno es más goloso que el otro. «El 84% del deute de les universitats catalanes està en mans del Banco Santander », destacaba La Directa, me enseñó mi amiga.

Al bajar en bici a la UB –una bici de verdad con dos ruedas iguales, no la de Vodafone que todavía no llega hasta arriba– me crucé con una pintada: “bienvenido a la universidad que no te podrás pagar”. Menos mal, pensé, que hay un banco al lado –o dentro- promocionando ya sus préstamos. Me acordé de experiencias previas de la llegada del mundo privado al sector educativo. Ingenuamente, las asociaba al modelo inglés. La idea de dejar a empresas como British Airways montar programas de idiomas e incentivar a los profesores para hacer ejercicios prácticos como si los alumnos fueran azafatos y azafatas, o de beber un café en el descanso en la sala de los profesores, patrocinado por una cadena de café take-away. Parece que las buenas ideas se van copiando. En cuanto reciba mi carnet, empezaré por sacar el libro “No logo” de Naomi Klein.