¿Os acordáis del 24 de julio del año pasado, el día en que desalojaron a más de 400 inmigrantes de una nave en la calle Puigcerdà del barrio del Poblenou? El Ayuntamiento lo prometió casi todo: casa, trabajo, regularización de los papeles. ¿Qué pasó desde entonces? ¿Cómo están viviendo esas personas? Estas y más preguntas se las hemos hecho a Ibrahima Seydi, ex habitante de la nave, originario de Ziguinchor, Senegal. Nos recibió en su nuevo hogar, un piso en el Raval donde vive junto a otros seis compatriotas y que les ha sido proporcionado por el Espai de l’Immigrant. Ibrahima tiene 35 años y es activista de los derechos de los inmigrantes, defensor del panafricanismo, artista y ciudadano de Barcelona desde 1997.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] Cuando llegaste a Europa, ¿dónde habías vivido?
Llegué a Francia, París, en 1993, para reunirme con mi padre que trabajaba de chef en un hotel. Luego, en 1995, él regresó a Senegal y yo me quedé con mi tío hasta 1997, entonces me echaron de la universidad porque era activista y decidí irme a España. Así llegué a Cataluña.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] ¿Qué hiciste al llegar a España?
Nada más llegar, empecé a trabajar. Cambié de trabajo muchas veces hasta que hice un curso de encofrador que se convirtió en mi oficio principal. Antes de la crisis era muy fácil encontrar un empleo y todos los inmigrantes éramos bienvenidos porque representábamos una fuente de mano de obra barata. Antes, te contrataban y te tramitaban los papeles para la residencia, ahora que no hay trabajo ya no servimos de nada y nos quieren expulsar del país.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] ¿Cómo llegaste a la nave del Poblenou?
Fue en julio de 2011, perdí mi trabajo y me fui a vivir allí, como todos los demás. Luego encontré un trabajo en Valencia, en 2012, pero no duró mucho y tuve que volver a Barcelona, porque estoy empadronado aquí, así que volví a vivir en la nave.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] ¿Quién vivía en la nave, cuántos erais?
Habíamos llegado a ser casi 450 personas, la mayoría africanos, casi todos trabajábamos en negro, muchos recogíamos chatarra. Algunos de nosotros somos artistas, yo hago esculturas de madera, otro amigo es percusionista, otro hace obras audiovisuales… Es muy duro seguir con tus proyectos cuando no tienes un trabajo de verdad. Con la chatarra puedes hacer unos 10 o 20 euros al día, quizás más si tienes suerte, todo depende de lo que te encuentres en la calle, pero por lo menos en la nave teníamos un techo, era nuestra casa y estábamos todos juntos. Algunos de nosotros han tenido suerte, porque el Espai de l’Immigrant nos encontró una vivienda, pero la mayoría sigue viviendo en la calle.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] Ha pasado casi un año desde el día del desalojo, ¿qué noticias habéis recibido de las autoridades?
Ninguna noticia. Desde el día en que el Ayuntamiento nos obligó a salir de la nave, prometiéndonos que nos buscarían una vivienda, nos ayudarían a encontrar trabajo y regularizar nuestra situación como inmigrantes, no hemos vuelto a saber nada. Se han desentendido de nosotros por completo.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] ¿Cómo te sientes cuando piensas en los sucesos de este último año y en el trato que habéis recibido por el Ayuntamiento? (Los ojos de Ibrahima se encienden y su voz se levanta, por primera vez desde el comienzo de la entrevista.)
Es todo muy injusto, ¡esto es apartheid, nada menos! Los políticos o los gobernantes no tienen algún interés para la población y en particular para los inmigrantes. ¡Se presentaron con decenas de camionetas antidisturbios para echarnos de la que era nuestra casa, como si fuéramos criminales! Y de todas las promesas que nos hicieron, no mantuvieron ninguna. ¿Sabías que la nave pertenece a la familia Iglesias Baciana y que esta familia también impulsa una fundación dedicada a la ayuda humanitaria en África? Fueron ellos los que pidieron el desalojo, no se me ocurre algo más hipócrita que esto.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] ¿Te parece que Barcelona es una ciudad racista?
Sólo una pequeña parte de la población lo es, la mayoría de sus habitantes no son racistas. Casi todos los episodios de discriminación que he vivido personalmente tienen que ver con la policía o con algún organismo público, pero las personas son mejores que sus representantes políticos. Hay mucha gente que nos está ayudando, médicos, abogados, activistas locales…

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] ¿Tienes amigos españoles o catalanes?
Sí, muchos. Buenos amigos y familias que conozco desde hace años y que me han estado apoyando mucho.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] ¿Por qué crees que aún hay tantos prejuicios contra los inmigrantes?
Por ignorancia. Ellos nos ven como un problema, pero se olvidan que África está como está por culpa de Occidente: si hay tanta inmigración en Europa es por la pobreza y las malas condiciones de vida que hay en los países africanos, pese a que sea un continente muy rico en recursos. ¡Llevamos siglos explotados por otros países! Y ahora que queremos venir a Europa, para compartir algo de todo lo que saquearon, para aprender y formarnos y quizá un día manejar nuestra propia tierra, no nos dejan. Ponen policías en las fronteras y construyen barreras físicas que acaban convirtiéndose en barreras mentales.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] ¿Crees que los inmigrantes africanos saben con qué se van a encontrar a la hora de llegar a Europa?
No, la mayoría no lo saben, si lo supieran muchos no vendrían. Hay muchos que dejan su trabajo, incluso venden sus casas y se enfrentan a viajes muy largos para llegar a Marruecos y de allí cruzar la frontera, cuando llegan aquí la mayoría se sienten decepcionados. No solamente por la discriminación, sino porque aquí la vida es muy diferente, hay mucho estrés, mientras en África la gente es más feliz.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] ¿Por qué son más felices en África que aquí?
Allí las personas son más solidarias, en un barrio todo el mundo se conoce, si alguien tiene un problema hay decenas de personas que van a ayudarle. Aquí esto no pasa; en este mismo edificio yo no conozco al vecino del piso de arriba, si nos cruzamos en las escaleras no nos saludamos. En África esto no existe, no está prohibido por ley, pero está prohibido en la mente, se trata de una educación diferente.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»] Para acabar, ¿hay algo que quieras decir a nuestros lectores?
Sí. Quisiera decir a todos que no tengan miedo de los movimientos sociales y de los colectivos, porque lo que sale en las noticias y que se ve desde fuera sólo son las ocupaciones masivas, pero la verdad es que están luchando muchísimo, por muchas causas. Es lo que deberíamos hacer todos, no rendirnos y luchar, ¡sólo la lucha nos hará libres!