Según Gay de Liébana el MWC trae sólo ventajas y un impacto económico estupendo. No sólo se llenan los hoteles, también los restaurantes. Y el tráfico aéreo. Un montón de gente moviéndose para llegar a Barcelona, salir de ella, moverse en ella… tanto que Emirates ha puesto un avión más para las líneas que tienen origen y destino en la Condal. ¿Y qué decir de las tiendas de lujo? Porque claro, hay que tener en cuenta el nivel del turista que viene. Eso se ve en los coches de gama alta que circulan por Barcelona estos días. ¿Y los taxis? También llenos. El economista calcula que se crean 12.672 empleos durante los días del congreso. Nadie se cuestiona que el evento deja menos que otros, si lo comparamos con los esfuerzos que hace la ciudad a nivel de seguridad y de agotamiento de sus ciudadanos ni si promocionar tiendas de lujo a las que no podemos entrar no levanta más fronteras de las que ya hay.

Quien sí ha querido que nos paremos un poquito a reflexionar sobre nuestro impacto en uno de esos segundos en que nuestra mirada se aparta de la pantalla del móvil es la primatóloga Jane Goodall. Porque para hacer el cacharro inteligente que llevamos todo el día pegado se necesita coltán, un mineral que sale de la República Democrática del Congo, entre otros, y que ha provocado 6 millones de desplazados en las últimas dos décadas. Por no hablar de que quienes poseen el mineral son grupos militares dispuestos a lo que sea por controlar el territorio como fuente de financiación. ¿Y qué fabricante de móviles les va a decir que no les compra?

Además de la reflexión, Goodall quiere que tengamos, al menos, algún gesto. Ha puesto en marcha la campaña ‘movilízate por la selva’, que quiere concienciar sobre el reciclaje de móviles y a través de ellos financiar proyectos educativos en el Congo. Para que le devolvamos un poco de lo que le hemos robado. Si utilizamos el coltán o el tngsteno que viene del móvil en desuso, le ahorraremos algún disgusto de más al planeta. Y si encima usamos nuestros móviles hasta que sean inservibles mejor, porque el cambio de terminal cada dos por tres, acorde con las modas, es para soltarnos con una mano delante y otra detrás en la selva más profunda del Congo. Y descolgar.