Yes!! And there’s more bad news: las personas no podemos dejar de pensar, nuestro cerebro trabaja 24 horas, 365 días al año, incluso cuando dormimos. ¿Y entonces cómo escapo de mis yuyus? Calma, vamos por partes. Cuando decimos “pienso demasiado” normalmente queremos decir que pensamos mucho en algo que nos inquieta, que no está resuelto y requiere solución. Nuestro cerebro, que es muy majete, está programado para resolver problemas y si hay cosas pendientes se dispara para cumplir su misión. Por eso encontramos ese nombre que no recordábamos pero que nuestro cerebro siguió buscando. Pero cuando un problema no tiene una solución teórica – está relacionado con algo que no podemos modificar o requiere acción y no reflexión – nuestra mente sigue buscándola ad infinitum. Pensamos insistentemente en eso o tratamos inútilmente de no pensar.
And, what can I do? La experiencia humana se compone de tres cosas: sentir, pensar y hacer. Lo que piensas influye en lo que sientes, que influye en lo que haces, que influye en lo que piensas, que influye en lo que sientes y, así, continuamente. Ya bueno, pero ¿cómo paro de pensar en eso? Vamos a hacer un experimento, ready? Si te pido que sientas el placer de un cocodrilo al comerse un hipopótamo, ¿es fácil o difícil? Y si te pido que “no pienses en un elefante rosa”, ¿qué es lo primero que ves en tu mente? En cambio, si te pido que te toques la frente… ¡seguro que puedes hacerlo! So here’s the answer: para salir del loop, lo llevas claro si intentas cambiar lo que sientes, lo tienes muy difícil si intentas cambiar lo que piensas, pero si cambias lo que haces, indefectiblemente, cambiarás lo que sientes y lo que piensas. (P.D.: And for tools instead of words, look for your media naranja therapist.)
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