Muchas de las calles bonitas de esta ciudad han perdido la batalla jamás librada contra las terrazas de los bares y restaurantes. Así, casi como si fueran setas, los vecinos asumieron la pérdida de calles como Blai, Rambla Catalunya o Enric Granados. Llegados a este punto, una cosa es resignarse, cerrar las ventanas en verano y duplicar el consumo de aire acondicionado, y otra, vivir en un queso emmental donde los agujeros son terrazas. Entre otras cosas, porque, como la mejor de las plagas, los agujeros pueden extenderse a otras calles. En el Eixample, sin ir más lejos, el siguiente paso es expandirse por los patios de manzana. Y eso ya son palabras mayores.

Es lo que pretendía Bellavista del Jardín del Norte, el restaurante que, con la buena fama de Leo Messi, han puesto en marcha su hermano y el Grupo Iglesias, otros tres hermanos, que ya tienen en su poder más establecimientos como La Cañota o Espai Kru. Según los vecinos agrupados en la Plataforma SOS Enric Granados, el megarrestaurante se anunció ya con la intención de usar el jardín del interior de la isla, aunque aún no tuviera licencia para ello. Así se lo propusieron en una reunión antes del verano, en la que sugirieron cerrar ese espacio a las 23h. Lo rechazaron, cuenta Josep Maria Alcoberro, miembro de la plataforma, “porque la manzana es una caja de resonancia, haría tanto eco que sería insoportable”. Sin embargo, los contactos con el restaurante se han roto desde que obtuvo la licencia para abrir como tal y para poner una terraza: en la calle.

A la posibilidad de abrir o no una terraza en el patio interior, fuentes del restaurante responden escuetamente: “No tenemos nada que decir porque no tenemos ni terraza ni actividad en el jardín. Lo de los vecinos pasó al abrir, hace casi tres meses ya, y no ha habido nada más luego”. Lo de los vecinos ha terminado por explicarlo el Ayuntamiento, ya que ni los vecinos han tenido más contacto, ni el restaurante ha querido explicarse más a BCN Més. El interior de esa manzana es privado, no público. Tras aquella reunión, en la que los vecinos no estuvieron de acuerdo en que el Bellavista abriera su terraza en el patio, renunció a él.

Aunque habían mostrado “su voluntad de utilizar este interior d’illa” como parte de su actividad, los promotores “priorizaron la abertura del local y no presentaron la documentación necesaria para poder hacer actividad en el interior de la manzana”, señalan fuentes del Ayuntamiento. Si hubieran decidido que lo querían, debieran haberlo pedido dentro de la licencia de actividades del local, “demostrando que la actividad prevista en el interior de manzana cumplía con los requerimientos de impacto acústico establecidos”. Y estos, asegura la misma fuente, “son muy estrictos, tal y como marca la normativa, al ser un interior de manzana y teniendo en cuenta los efectos que puede tener para el descanso vecinal”. En el futuro lo pueden pedir, eso sí.

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Cuando los vecinos se pusieron en contacto con los servicios técnicos del distrito, obtuvieron una respuesta que Alcoberro califica de “ambigua”. Sean como sean de estrictas las normas, el hecho es que no está prohibido plantar una terraza en el interior de una isla. De hecho, ya hay algunas, por ahora en casos muy puntuales. ¿Y quién puede estar siendo puntero en exprimir espacios al aire libre en esta ciudad? Sí, hoteles. El Gallery Hotel, con vistas a los jardines del Palau Robert en Rosselló 249 y el Evenia Rosselló, en el 191 de la misma calle y que se jacta además de tener “el agradable restaurante L’Illa de Rosselló” en el cual “relajarse tomando una copa en su tranquila terraza”.

Para hacernos una idea del tipo de agresión que sufren los vecinos, sírvase la ordenación singular de Enric Granados que aprobó la Comisión Técnica de Terrazas el pasado junio. La nueva regulación limita el número de mesas a 25 por tramo, menos en el tramo de Diagonal-París en el que se permiten 35. Eso son 235 mesas y 940 sillas en toda la calle, solo 5 menos de las que había hasta ahora. El consistorio ha medido hasta el espacio libre y el que quedará ocupado por las terrazas, que será un 3% del total. Para evitar el efecto barrera, las mesas tendrán que formar una sola fila en grupos de 3+3 y no podrán superar nunca el 50% del ancho de la acera.

Debe ser muy frustrante pasar semanas, incluso meses, buscando un espacio de 1.000m2 al que añadir cierta exclusividad con un tranquilo jardín al norte, encontrarlo, bautizar al restaurante con ese nombre —el interior de isla está efectivamente, al norte del restaurante— y que acabe criando malvas. Pero tiene que ser aún peor alquilar un piso que dé a un patio de vecinos para huir del mundanal ruido y darse de bruces con la terraza de un megarrestaurante, como si, tras tapar chapuceramente un agujero, el agua te inundara en tromba.