Qué difícil es entrevistar a la Ada Colau alcaldesa. Y no sólo por el tiempo que nos hemos pasado tocando a la puerta de su siempre paciente departamento de prensa. Conocí a Colau hace tres años, en la presentación del documental La Plataforma, durante el Festival de Cine y Derechos Humanos. Por aquel entonces ya había erizado la piel de cientos de miles de personas durante su comparecencia en la Comisión de Economía del Congreso llamando «criminal» a Javier Rodríguez Pellitero, secretario general de la Asociación Española de Banca. Fui a verla para comprobar en persona su aplomo, su valentía y su convicción. Y las constaté. No sólo entonces, también en Bruselas cuando visitó el Parlamento Europeo buscando cómplices con la dación en pago y hace poco más de un año cuando todavía era «sólo» una candidata a la alcaldía de Barcelona.

De Colau siempre me ha llamado la atención que a diferencia de otros políticos, en el sillón donde representamos el teatro de la entrevista entre una política y una periodista se establece otro diálogo a través de las miradas en el que ella está contándote, con el corazón en un puño, con la sensibilidad a flor de piel, que está ahí con la valentía de siempre, dispuesta a llegar hasta el final. Y aunque esa pasión no se ha apagado, lleva encima kilos de estrés, de agenda apretada y tablas que la han convertido en una política profesional. Eso explica que la magia dure los segundos que tarda en encontrar la línea del argumentario que le va perfecta a esa pregunta. ¿Quiere eso decir que ahora es más precavida y su mensaje está vacío? No diría tanto, pero esta ha sido la entrevista más difícil y no sólo por el tiempo que hemos pasado tocando a la puerta de su siempre paciente departamento de prensa. Juzgad vosotros.

¿Qué tal estás?
Bien, esto es muy intenso, para bien y para mal.

De todas las promesas que hiciste en la campaña, ¿cuál no volverías a hacer, ahora que ya estás “en el otro lado”?
Los compromisos que tomamos durante la campaña los mantengo. Prometimos un cambio y no renegamos del programa, al revés, es un mandato. Otra cosa es con qué tiempos puedes hacerlo. Entramos en el Ayuntamiento con un gobierno en minoría, porque la gente votó cambio, pero también pluralidad y diálogo, y eso cambia el escenario ideal. No gobernamos solos, tenemos que llegar a acuerdos y eso hace que las cosas a veces se retrasen un poco más. Seguramente si tuviera que hacer la campaña otra vez ahora sería más consciente de las expectativas que hay, sobre todo porque hay mucha gente que lo está pasando muy mal y no puedes hacerlo todo inmediatamente. Esa conciencia la he ganado después de entrar en la administración.

Decías en la entrevista con El Periódico que cuando habéis cometido un fallo lo habéis reconocido. Dime uno.
Más de uno, seguro, como todos. Hemos cometido errores de comunicación de los que hemos intentado aprender. Uno general ha sido la relación con la oposición. Muchos hemos entrado de fuera de la institución, sin pasar por la oposición y no teníamos la experiencia del día a día. No hemos destinado el tiempo suficiente a hablar con la oposición, que se quejó los primeros meses. Tenían razón, pero creo que hemos aprendido y mejorado.

«En la gestión de la huelga durante el MWC tuve unas declaraciones desafortunadas que luego corregí»¿La huelga de metro no ha sido uno de los errores?
Tuve un error de comunicación también. Con la tensión del momento hice unas declaraciones que no eran ajustadas a la realidad ni a lo que yo misma pensaba. Nunca había estado al otro lado de una negociación sindical, y es verdad que a veces te puede parecer un poco injusto, porque te interpelan como si fueras una empresa, y tú estás ahí para defender el interés público y no un beneficio privado. Pero es verdad que en la gestión de la huelga durante el MWC tuve unas declaraciones desafortunadas que luego corregí. Reconocí que me había equivocado. Es lógico que los trabajadores se organicen para defender mejoras, pero nosotros también tenemos que pensar no solo en eso, sino en defender el servicio público, en intentar introducir mejoras y rebajar precios de billetes, que no solo queremos congelar. Esa visión global del servicio sería otro de los aprendizajes que hemos hecho este año.

Entrando en el tema turismo, ¿la moratoria de las licencias fue una medida radical?
No, estamos muy orgullosos de esa medida. Para eso nos votaron, para hacer políticas valientes que aborden los problemas y les pongan solución, y no para hacer lo mismo de siempre. En materia de turismo mantenemos el mismo discurso. El turismo es uno de los grandes activos de esta ciudad. Pero también está dando señales de desequilibrio y de posible burbuja. En los últimos años ha habido un crecimiento descontrolado de alojamientos turísticos legales e ilegales hasta el punto de que se ha convertido en la principal preocupación de muchos vecinos de la ciudad. Hay algunos barrios donde el número de camas turísticas triplica al número de vecinos, se disparan los precios de la vivienda, se dificulta su acceso a muchas personas y esas son señales inequívocas de desequilibrio. Es un problema de modelo de ciudad y queremos que el turismo sea una actividad sostenible. No había un modelo cuando entramos, y consideramos que, para elaborarlo, lo primero es hacer una moratoria preventiva, una pausa de nuevas licencias —no hemos parado lo que ya estaba en marcha, se han seguido construyendo hoteles, algo muy prudente—, para hacer una radiografía y saber dónde se puede crecer, dónde no y con qué criterios. Lo hemos hecho con un debate público y una transparencia con la que no se había hecho antes. Los vecinos decían que querían que les escucharan y ahora tenemos un Consell de Ciutat donde participa todo el mundo, desde el sector económico turístico y los vecinos, a las instituciones y los expertos. En privado mucha gente del sector turístico nos está felicitando por esta garantía y nos reconocen que era necesaria.

[quote align=»left»]»Aunque los cruceros y el turismo son un activo para la ciudad, los grados de contaminación nos exigen actuar»Entonces el hotel en Rec Comtal, ¿se va a hacer?
Otra cosa son las situaciones concretas en las que no estamos de acuerdo, pero estaban muy avanzadas administrativamente cuando entramos. La regulación que estamos haciendo es a futuro, con los proyectos que estaban aprobados, los revisamos por si hubiera algún tipo de irregularidad. Pero si está todo en orden, no podemos ir contra la legalidad. Aunque, si hay situaciones que nos parecen contrarias al interés general, intentaremos buscar alternativas o dialogar para que se hagan lo más compatibles posible con el sentir vecinal.

Hace un año proponías un informe independiente y riguroso sobre el impacto real de los cruceros en Barcelona. Pero, de momento, habéis presentado uno junto al Puerto de Barcelona, que los vecinos acusan de parcial y triunfalista. Además, proponéis extender la tasa turística a los cruceristas que no pernoctan. ¿No son medidas descafeinadas?
El informe del Puerto es del Puerto. Invitaron al Ayuntamiento, y la concejal de Ciutat Vella fue por deferencia institucional. Entre instituciones colaboramos, obviamente. Con el Puerto tenemos las conversaciones abiertas sobre impacto medioambiental. Hay un debate sobre cuál es la manera más eficaz de mejorar ese impacto, si electrificarlo o buscar otra medida. Pero al Puerto le hemos dicho que hay que avanzar en mejoras medioambientales, porque, aunque los cruceros y el turismo son un activo para la ciudad, los grados de contaminación nos exigen actuar. También queremos mejorar temas de movilidad, porque cuando llegan estos grandes cruceros hay que ver cómo gestionarlos para que no generen colapsos en el centro. Y el último debate abierto es el de la fiscalidad, porque los cruceros traen una riqueza puntual para unos sectores determinados. Extender la tasa turística a los que no pernoctan es garantizar un mayor retorno a la ciudad de esa actividad.

¿Habrá un informe independiente? Porque el actual no tiene ni una parte sobre impacto sociomedioambiental.
No me consta que haya un encargo concreto. Pero sí creo que tenemos unos servicios técnicos y un Consell de Ciutat sobre turismo, que ya es independiente y es un buen espacio de trabajo para que se traten todos los temas que tengan que ver con el turismo.

Desde los cruceros a los hoteles o al MWC no dejan de repetirnos que “crean empleo”. ¿Tú te lo crees?
Sí, claro que crean empleo, pero hay que trabajar para mejorarlo, porque es estacional y muchas veces precario, como para las empleadas de los hoteles, que soportan unas condiciones que, como ciudad, no nos podemos permitir. Hemos empezado firmando, en el marco del Consorcio de Turismo, un acuerdo entre la patronal y los sindicatos para ocuparnos del salario mínimo de Barcelona y evitar que no permita llegar a fin de mes, de las mejoras de las condiciones laborales, la conciliación, etcétera.

«Todos estamos a favor de las terrazas, pero tienen que ser compatibles con la utilización del espacio público por parte de todo el mundo»¿Qué alternativas al turismo plantea el Ayuntamiento?
Creemos sobre todo que hay que diversificar. El monocultivo inmobiliario fue muy malo, llevó la economía al desastre. El turismo, aunque es bueno para la ciudad, hay que hacer que tenga mejor retorno y pensar en sus desequilibrios. Pero sobre todo hay que diversificar. Uno de los planes que ya hemos lanzado es el de reforzar el tejido de comercio de proximidad, pero en general queremos apostar por todo lo que sea economía verde, social y cooperativa, que ha crecido desde la crisis y necesita que la acompañemos. En ese sentido, hemos detectado como oportunidad el Besòs. Siempre se ha potenciado el Llobregat por el puerto, la Fira o la Zona Franca, pero el Besòs ha quedado abandonado. En eso le damos la razón al movimiento vecinal y, por eso, hemos activado el plan de l’Eix Besòs para reactivar los polígonos industriales como el de Bon Pastor o Verneda, que están desfasados. No hay que empezar de cero, queremos aprovechar lo que ya existe y actualizarlo, o impulsar actividades vinculadas a las nuevas tecnologías o la cultura en los lugares que estén vacíos.

BComú llegó al gobierno con la intención de “democratizar el espacio público”. Pero hay casi más terrazas de bares ahora que hace un año. ¿Qué opinas de las terrazas?
Prácticamente todos estamos a favor de las terrazas, pero tienen que ser compatibles con la utilización del espacio público por parte de todo el mundo. Sí, hay una saturación en algunas zonas, sobre todo en el centro, que para las personas con movilidad reducida puede ser una dificultad que afecte a su calidad de vida. No puede haber sobreocupación que dificulte pasear. Se trata de conciliar con sentido común. Nos encontramos con una normativa del gobierno anterior tan restrictiva que suponía cerrar miles de terrazas en la ciudad. Tanto es así que el propio gobierno le puso una moratoria. Ahora estamos intentando hacer un plan más razonado que cumpla con los mínimos, pero no sea tan restrictivo.

La imagen del Banc Expropiat no se esperaba bajo tu mandato. ¿Cómo la vais a gestionar? ¿Temes un efecto Can Vies?
No temo el efecto Can Vies, porque en ese caso era directamente responsabilidad del Ayuntamiento, y aquí hablamos de otra cosa porque el propietario es un privado. Eso no quiere decir que nos desentendamos, intentaremos ayudar a buscar soluciones que es también nuestra responsabilidad. En este caso, es una propiedad privada de una inmobiliaria que tenía ese inmueble vacío, por eso fue ocupado. Siempre hemos dicho que no queremos que haya locales ni viviendas vacías, porque creemos que el derecho al uso social está por encima del especulativo, por mucho que respetemos el derecho a la propiedad privada. Los ocupantes han tenido durante estos 5 años muy buena relación con el barrio, que quiero destacar y poner en valor, porque luego imágenes de algunas personas con un comportamiento violento no nos pueden hacer olvidar todo lo que se ha hecho ahí. El mandato anterior empezó a pagar un alquiler de 5500 euros sin decírselo ni a los ocupantes. Lo hizo para tener las cosas tranquilas durante los meses previos a las elecciones. Cuando lo supimos se lo dijimos a los ocupantes y nos dijeron que no querían que el Ayuntamiento estuviera pagando el alquiler con dinero público. Además, nosotros debemos tener criterios iguales para todos y no podemos ir pagando alquileres por ahí. Pero sí podemos mediar. Lo que no vamos a hacer es defender comportamientos violentos que no ayudan a nadie. Nos ofrecimos a mediar o buscar un local alternativo para los ocupantes y nos dijeron que no, pero nos seguimos ofreciendo.

[quote align=»left»]»Hay mucha presión y días que no son fáciles y no todo depende de ti, pero el balance es muy positivo»¿Tienes tiempo para pensar?
Es una gran pregunta porque, efectivamente, se llena la agenda demasiado con los actos institucionales y las reuniones ordinarias, y es muy importante encontrar el tiempo para pensar. No es fácil, pero todo el equipo intentamos buscarlo. Cuando estás aquí tienes medios, tienes presupuesto, pero te falta tiempo. Ahora hemos pactado una ampliación presupuestaria que nos da un margen para trabajar y con ello hemos demostrado que tenemos capacidad de diálogo, que algunos lo dudaban. Hemos hecho las ordenanzas fiscales más progresistas de la historia del Ayuntamiento, planes de vivienda donde estamos movilizando más pisos vacíos que nunca —en solo 4 meses hemos conseguido 550 pisos de los bancos, en el mandato anterior fueron 19—, y en general estamos arrancando muchos cambios, pero es importante de vez en cuando poder parar para respirar y tener perspectiva y ver las prioridades más allá del día a día.

¿Disfrutas de la ciudad?
Hay mucha presión y días que no son fáciles y no todo depende de ti, pero el balance es muy positivo. En términos personales y colectivos. Hay muchas cosas que decíamos que se podían hacer y las estamos haciendo, y eso es muy ilusionante, pero además lo que he aprendido a nivel personal este año no se aprende ni en tres carreras universitarias. Es un privilegio estar en primera línea de una ciudad que, además de ser la tuya y quererla mucho, es una ciudad de referencia internacional y mucha gente la mira. En muchos lugares de Europa hay una crisis de representación democrática y un debate que hace que mucha gente nos siga con más atención aún, por quienes somos. Eso nos da también más responsabilidad, pero es un privilegio y un motivo de orgullo.

¿Todavía vuelves algún día en metro a casa?
Algún día sí.

Pero te hablará todo el mundo, ¿no?
Pues no te creas. Es muy bonito porque la gente cree que porque eres conocido te interpelan. Pero aunque a mí la gente me viene a preguntar cosas que no han entendido o a contarme su situación, en general es muy respetuosa. Y cuando te ven haciendo actividad normal, lo agradecen y te dejan tranquila. He podido hacer viajes enteros en metro sin que nadie me diga nada. Eso sí, hay un fenómeno social que he observado: en general la gente te respeta, pero cuando alguien rompe el hielo y te pide una foto, entonces se abre la veda.

¿Bebes agua del grifo?
Sí.

¿Te gusta?
Es mejorable, seguro. Pero bebo agua del grifo desde siempre. Además tenemos planes para abaratarla y mejorarla.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»]Entrevista de Esperanza Escribano y Joe Littenberg.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»12px»]Ilustración de Ivan Cuadros.