Ilustración de Iván Cuadros

Ilustración de Iván Cuadros

¿Puedo escribir que unos titiriteros escribieron en una pancarta de titiritero “Gora Alka-ETA” sin que me manden a la cárcel? Añado las comillas para señalar que no lo estoy diciendo yo, sino que lo estoy citando. Pero, ¿qué estoy diciendo en realidad?

En Orense, durante el Carnaval, identificaron a un joven poco después por ir disfrazado de titiritero con una pancarta en la que estaba escrito “Gora Alka-ETA”. Ir disfrazado es como llevar comillas. Pero transmitieron sus datos a la Audiencia Nacional en caso de que considerara que estaba enalteciendo el terrorismo. Me pregunto: ¿escribir “enaltecer el terrorismo” será ya enaltecer el terrorismo?

Todo esto se basa en el artículo 510.1 del Código Penal, según el cual quien provoque a la discriminación, al odio o a la violencia por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión, su origen nacional, su sexo, etc., será castigado con la pena de prisión de uno a tres años y multa de seis a doce meses.

Si la Audiencia Nacional consideró que esto era lo que ocurría en una obra de titiriteros, ¿qué decir de los chistes? ¿Puedo escribir el chiste de que el hilo de cobre se inventó cuando dos catalanes estiraron de una peseta? ¿Se entenderá que es un chiste o incitará a la discriminación, al odio o a la violencia? ¿Puedo escribir que había un hombre tan pequeño, tan pequeño, tan pequeño que no le cabía la menor duda? ¿O estaré discriminando por razón de altura? Cuando me metan en la cárcel, ¿podré decir “carcelero” o deberé optar por “funcionario de prisiones” para no ofender a quien me pone las esposas? Y, en la biblioteca de la cárcel, ¿podré leer Lolita, Crimen y Castigo o la Biblia, que discrimina por prácticamente todo, empezando por la religión, el sexo y la raza? ¿No será el Quijote una discriminación de los caballeros andantes?

Cuando en la televisión hablen de “avalancha de refugiados”, ¿no estarán discriminando a los refugiados al compararlos con un desastre natural? Cuando un político se refiera a que un problema es “una bomba que nos puede estallar en las manos”, ¿habrá que llamar a los artificieros?

¿Es que se han prohibido las metáforas, los símiles, las alegorías y, en definitiva, la capacidad figurativa del lenguaje? Y, en cambio, cuando se dice algo a las claras, ¿serán tan ciegos los jueces y fiscales que considerarán que es una metáfora? Cuando Jiménez Losantos afirma: “Veo a Errejón (…) y me sale el monte, no el agro, el monte. Si llevo la lupara (una escopeta recortada), disparo. O sea, menos mal que no la llevo…”, ¿pensarán los jueces y fiscales que Jiménez Losantos habla en carnaval?

Y, en fin, cuando el pasado 4 de febrero Mariano Rajoy, el hombre más antimetafórico del planeta, se defendió de la corrupción y afirmó: “Esto se acabó, y aquí ya no se pasa por ninguna”, ¿pensaron los jueces y fiscales que ese “ya” era una metáfora, un símil o una alegoría, y no un reconocimiento de que se ha tolerado la corrupción hasta límites vomitivos?

¿Será que estamos sumidos en ese particular síndrome de Asperger, según el cual no comprendemos la ironía, el humor y el lenguaje figurado? ¿Estaremos a flor de piel o tendremos la flor en el culo? ¿O será que “Un político es un culo sobre el que se sienta cualquier cosa menos una persona” (E. E. Cummings)?