Fabra i Coats era una hilandería. Se empezó a construir en 1890, cuando Sant Andreu del Palomar era un pueblo independiente. La fábrica se conviritió con el tiempo en uno de los iconos del patrimonio industrial de la Condal. Camil Fabra llegó en 1884 y en 1903 se fusionó con J&P Coats, de ahí el nombre de una textil que llegó a ser de las principales de Europa. A los ingleses hay que agradecerles que vinieran, porque al llegar se espantaron tanto con las condiciones laborales que impusieron mejoras (nadie había oído hablar de vacaciones pagadas hasta entonces). La felicidad duró hasta los 70, cuando con la deslocalización llegaron los cierres y los despidos.

La fábrica, que había transformado el barrio cuando se implantó la industria, se quedó vagando por el limbo hasta que al Institut de Cultura de Barcelona se le ocurrió devolverle la vida en 2008. Lo hizo con la propuesta de convertirla en fábrica de creación artística, y un año después empezaron a ofrecerse espacios y recursos a los creadores de la ciudad. Ojo, también a empresas e instituciones catalanas que celebraban allí eventos e incluso a las fiestas de la Mercè o al Festival GREC09.

Pero una parte de Fabra i Coats quedó libre. Y, casualidades de la vida, Sant Andreu busca desde hace años un espacio para instalar el Casal del Barri que no tiene. El colectivo l’Harmonia, que representa a 12 colectivos vecinales, entre ellos dos colles, un par de cooperativas de consumo o una asociación juvenil, lleva ocho años buscando que el consistorio les ceda un espacio para organizarlo. Lo quieren para dedicarse a conocerse y organizar actividades que van desde un taller de hip-hop a una butifarrada ecológica. Pero nanai.

La historia es la siguiente: el Ajuntament convocó un concurso para adjudicar la “gestión cívica” del espacio disponible en Fabra i Coats a alguna entidad. Ahí se presentó l’Harmonia con todas sus buenas intenciones y otro proyecto más del que poco se sabe. El concurso quedó desierto. El concejal del distrito, Raimond Blasi, aduce que ninguno llegó a la puntuación mínima: “No cumplían con muchos de los requisitos de las bases, tanto desde un punto de vista económico como organizativo y de programación”.
La opinión del colectivo es bien distinta. Ferran Verdaguer, miembro de la federación, sabe “de buena tinta” que el otro proyecto lo buscó el propio consistorio para que no estuvieran sólo ellos. Así no quedaba tan evidente que a Blasi no le hacía ni puñetera gracia ceder a esta gente la gestión del casal.

A la pregunta de qué va a pasar con el espacio, la respuesta del tipo fue que “l’equipament obrirà portes de manera immediata sota gestió de la pròpia administració i es preveu un nou concurs públic de licitació en un termini de tres mesos”. L’Harmonia cree que detrás hay un planazo privatizador. En los últimos días, Blasi ha decidido unilateralmente, y probablemente ante la amenaza de la ocupación, anunciar que ha concedido el espacio a 19 entidades vecinales con las que quiere establecer un sistema de cogestión, como l’Associació d’Amics de la Fabra i Coats o el Grup de Pintors de Sant Andreu. Sin concurso alguno de por medio.

A pesar de todo, l´Harmonia quiso entrar el sábado 24 aprovechando las fiestas de la Primavera para quedarse. De una forma festiva, intergeneracional y transparente. Blasi les cerró las puertas y como la iniciativa era pacífica, se quedaron fuera. Pero sin parar de hacer cosas. Aquí no hay quien se rinda.