Un fanzine ideado por Anna Pacheco y Toni Junyent


Un tipo que se caga en los ferrocarriles; una tipa que siente que su peregrinaje a la gran ciudad ha sido un fracaso; otro tipo que se encuentra un perro muerto en el parque; una chavala que se come los dedos cuando todo va mal y otra a la que se le mueren las plantas todo el rato y piensa que si tuviera un bebé también se le moriría.

Los jóvenes de ahora somos la generación de los decepcionados y los decepcionantes, de los que antaño vieron un mundo nuevo y brillante y luego se toparon con el horror. Con las carreras que al final no sirven para nada y con los pisos de 30 m2 más caros del mundo. Esos seres que cenan arroz y atún más de lo que les gustaría y que sueñan con las terrazas de los bares pero se contenta con las latas de los vendedores de la calle. No saben si se tienen que enamorar o no; o si tienen que instalarse Tinder e intentar follar y, evidentemente, fracasar.

Destaca por contener auténticas joyas dentro de toda esta sangría de trazos y párrafos, muchas de ellas escritas y dibujadas con absoluta naturalidad e incluso cierta urgencia.

El Fanzine de miserias es un almanaque de 11 textos, dos poemas, dos cómics y cinco ilustraciones de 17 individuos que, aparte de mostrar habitualmente ciertas inquietudes gráficas y literarias —ya sea en revistas, magazines digitales o libros—, son unos personajes tremendamente afines a la miseria costumbrista de principios del xxi. Esta primera compilación del dúo Pacheco-Junyent destaca por contener auténticas joyas dentro de toda esta sangría de trazos y párrafos, muchas de ellas escritas y dibujadas con absoluta naturalidad e incluso cierta urgencia, cosa que les confiere una sincera capacidad por representar el ahora, más concretamente, la miseria del momento presente.

No descarto listar algunos de los nombres que aquí aparecen, es más, lo pienso hacer: Ainhoa Rebolledo, Roberta Vázquez, Alba Muñoz, Julia Abalde, Juanjo Villalba, Alba Feito, María Yuste y, evidentemente, Anna Pacheco y Toni Junyent, quienes cierran brillantemente este códex de lo paupérrimo.