Aquí no hay pretensiones estilísticas ni argumentales, solo nos encontramos con una suma de apuntes mal dibujados en una hoja de papel que alguien, en algún momento, hizo en su casa y decidió compilar y fotocopiar.

Bueno, esto que tenemos aquí es curioso. Por un lado, surca unos mares temáticos extremadamente comunes en los tiempos que corren, todo eso de las relaciones sexuales y amorosas vía Tinder, Instagram stories y todo eso. Que si “me ha dejado en visto”, que si “no me sigue en Instagram”, que si “no ha sido el primero en ver mis Stories”, y todos esos lugares comunes ya tratados en demasía en las ficciones actuales; situaciones que, de hecho, deben formar parte, por lo que parece, de las interacciones humanas de la mayoría de personas. Yo en eso no me meto, pero, en fin, que ya empieza a estar trilladísimo.

Dejando esto a un lado, Me he bajado Tinder es el ejemplo perfecto de fanzine amateur que existe porque el autor necesita que exista, sin seguir ningún tipo de corriente estética que esté ahora de moda en el sobrevalorado mundo de los fanzines. Aquí no hay pretensiones estilísticas ni argumentales, solo nos encontramos con una suma de apuntes mal dibujados en una hoja de papel que alguien, en algún momento, hizo en su casa y decidió compilar y fotocopiar.

Esta idea queda reforzada con ese trazo rápido que parece que, en vez de pretender gustar, busque incomodar, acercándose más a un dibujo infantil que a un estilo de cómic underground o alternativo. La puesta en escena es casi siempre la misma, o sea, un fondo blanco con dos chicas sentadas en una mesa en la que se cuentan sus movidas; a menudo, con la protagonista siendo interrogada por su colega.

Intuyo que, básicamente, a Ainhoa se la suda por completo el dibujo y solo quiere contar sus cosas, que en esencia son las miserias de su día a día. Se agradece este viaje de autohumillación directo sin tapujos, a veces vergonzoso y a menudo tranquilizador, por todo eso de la empatía.