¿Cómo? ¿Que aún no te han subido el alquiler? Si vives en un piso de propiedad, enhorabuena —siempre y cuando no pierdas el curro y puedas seguir haciendo frente a la hipoteca—. Pero para los pringados que vivís de alquiler, aquí va una lista de las cinco fases del proceso de duelo por las que he pasado este último mes, para que la inminente noticia no os pille por sorpresa.

NEGACIÓN. Tras la llamada de la agencia inmobiliaria avisando de la subida de precio, nuestra primera reacción fue de incredulidad: “Será una llamada para tantearnos sin conocimiento de la propietaria, ella nunca nos haría algo así”. Aunque ya hayan echado de su piso a varias de tus amistades, piensas que a ti nunca te tocará porque eres la mejor persona que jamás podrían encontrar como inquilina. Ay, triste de ti.

IRA. Al principio se te queda cara de idiota, como buscando la cámara oculta por todos lados, pero todo se confirma cuando recibes LA CARTA. O pagas lo que te piden, o a final de mes a la puta calle. Llega el momento de cagarte en todo lo cagable: en el propietario, en el de la inmobiliaria, en los fondos de inversión, en los que chanchullean con el alquiler turístico (holi, @mkserra), en la LAU, y en todos los miembros del Gobierno, uno por uno.

NEGOCIACIÓN. En nuestro caso, enviamos un correo electrónico directamente a la propietaria intentando negociar. La respuesta fue un no, pero no un no de “no”, ene-o, sino un no de “no te respondo hasta que deduzcas por mi silencio que mi respuesta es un no”. Pero no todos los propietarios son tan duros, los habrá que querrán subirte el alquiler un 40% y al final acepten subirlo solo el 35%. ¡Suerte!

DEPRESIÓN. “Joder, me pilla en el peor momento financiero”, dices. Como si hubiese un buen momento para adelantar la fianza del nuevo piso sin que te hayan devuelto la del anterior, pagar dos alquileres simultáneos durante días o semanas, comprar algunos muebles o electrodomésticos, los honorarios de la agencia + IVA + impuestos + unos gastos de contrato que no sabes a cuento de qué. Hasta luego, Maricarmen. Al borde de las lágrimas, he llegado a decir que a lo mejor es que no merezco vivir en una ciudad como Barcelona.

ACEPTACIÓN. En nuestro caso hemos aceptado cambiar de piso y de barrio, pero porque lo tenemos relativamente fácil y porque no nos apetece seguir compartiendo edificio con nuestra vecina-casera después de sentirnos traicionados. Pero también podríamos haber consultado al Sindicat de Llogaters para ver qué alternativas existen. Si no te queda otra que cambiar, la parte buena es que en Barcelona no hay barrios malos. Adiós, Born. Hola, extrema izquierda del Eixample Esquerre.