Son las cuatro y media de un viernes de junio en Barcelona. La canícula ha invadido con algo de antelación la ciudad, que arde con un renovado fardo de turistas del apocalipsis. El aire viciado, denso y revestido de carbono, empuja como un torrente desbocado a las masas hacia la playa. Allí tendrán que superar los innumerables peligros inherentes a la vida Lower Diagonal. Alcohol de baja calidad, multiculturalismo y masajes a diez euros.

Son las cinco de la tarde del mismo día en la calle Descartes. Ubicada entre la calle Plató por arriba y la Via Augusta por abajo, uno puede intuir que algo grande se cuece entre tales distinguidos nombres. Los andares relajados característicos de la vida de buen barrio han sido sustituidos por un tenso paso ligero, casi marcial. El señor Julián, de camino hacia parking, se encuentra con su vecina, la señora Dolors.

–¿Ya os vais?
–Sí, sí. Es que con este calor en Barcelona no se puede estar.
–¡Tú dirás!

La conversación se interrumpe con una lacónica sonrisa, a la par que ambos reemprenden la marcha. Su principal enemigo a estas horas es la Ronda de Dalt.

Son las 11 de la mañana del sábado en la calle Descartes. El sol no logra penetrar entre los densos plataneros, aunque el asfixiante calor y el escaso aire condensan la atmósfera distorsionando el campo de visión. Se oye con nitidez el piar de un colirrojo, que mora en el ático de alguna residencia de la calle. Primera señal que apunta a una aterradora realidad: no hay rastro de vida humana. El cruce con la calle Muntaner, arteria Upper que desemboca pocos metros pasada la Gran Via, incrementa el temor: ni rastro de coches en circulación. Unas palabras resuenan en el vacío: “En Barcelona con este calor no se puede estar”. Está claro que no es solamente una declaración de intenciones, sino un principio ontológico. La pregunta es: ¿dónde están, entonces, los Upperdiagonalers?

La respuesta obvia, y en parte acertada, sería decir que están en sus respectivas segundas residencias. Sant Feliu de Guíxols, Sagaró, Calella, Begur, Cadaqués, etcétera. Es así para los Veteran Uppers, aquellos que ya curtidos en los placeres propios de su estirpe disfrutan sin complejos de sus bienes. Pero no es nuestra respuesta. No, los Puppy Uppers se encuentran en Instagram y en Facebook, viviendo sus respectivas metavidas.

Las imágenes se reproducen como cucarachas en luna llena: “Más pura vida”; “The Good life”, “Off-work” o “Living Simple” (por poner algunos ejemplos) titulan los dos tipos de fotografía que se estilan por estas fechas. Uno: grupo de amigos/as posando en alguna playa/barco/terraza. Dos: una copa –normalmente gintonic– en primer plano, dejando entrever la belleza del paisaje que la acompaña.

Aún en proceso de evolución, los Puppy Uppers aún sienten la alegría de compartir sus mejores galas entre su red de contactos. Cuando sean lobos ya no les será necesario.