Es innegable que el freelance es libre de muchas cosas: libre de descanso los fines de semana, libre de cerrar el ordenador a las 8 de la tarde, libre de paro, libre de contratos, libre de asistencia médica, libre de derechos laborales… Hay libertades que no son en absoluto liberadoras.
Durante un concierto, una situación en la que se combina el ocio de muchos y el trabajo de unos pocos, se me ocurrió si podría existir tal cosa como un freelancismo ecológico, orgánico o bio. Las últimas categorías de moda para los productos que intentan parecerse a los de antes son tan confusas entre sí como la incorporación del concepto de libertad en una de las situaciones laborales más opresoras del presente, la del freelance. Aunque es innegable que el freelance es libre de muchas cosas: libre de descanso los fines de semana, libre de cerrar el ordenador a las 8 de la tarde, libre de paro, libre de contratos, libre de asistencia médica, libre de derechos laborales… Hay libertades que no son en absoluto liberadoras.
¿Y qué vendría entonces a ser un freelance ecológico? ¿Una comunidad de hacedores de proyectos que crecen por temporadas en un invernadero, haciendo de Matrix un huerto creativo en uno de los muchos sures que existen en el norte? ¿Un trabajador orgulloso de llevar tatuado un sello europeo en su antebrazo? Lo cierto es que, olvidándonos de que etiquetas como bio, orgánico o eco simplemente añaden productos a una producción alimenticia que no deja de ser industrial y plasticofílica, el freelance-eco-bio-orgánico vendría simplemente a ser una necesaria mejora de lo que somos. Uno que no solo haga inmediatamente y por adelantado la mitad del trabajo a realizar, sino que cobre también por la presentación de un proyecto; que tenga tiempo suficiente para desarrollar su trabajo dentro de una jornada laboral que finaliza a la hora de la merienda como muy tarde; que tenga un estudio con calefacción y aire acondicionado; uno que no responda mails o mensajes durante los fines de semana; que no coja aviones a las 7 de la mañana; que cobre cada hora extra que exceda el tiempo previsto para un proyecto; que tenga paro y cualquier tipo de baja que necesite; uno que tenga como mínimo 27 días de vacaciones pagadas y 72 horas de descanso, también pagadas, donde elija, una vez terminado cada proyecto… Y no, no es imprescindible que compre comida ecológica o viva en Gràcia.