Las aventuras del gastroblogger son como los caminos del Señor, inescrutables. Este mes me llevan a un local del que fui un orgulloso vecino y al que tengo un cariño especial dada la afición del pequeño de la familia al embobe por aquello que acontecía en el local y que lo hace al mismo tiempo tan especial. En Nanit elaboraban sus dumplings de forma artesanal a plena luz del día y en un ventanal que da a la esquina Balmes/València.
Cada vez que se producía ese hecho y alguien como el niño cevichero se paraba a observar absorto, se juntaba un remolino de turistas y curiosos que copiaban tu pose chafardera y fotografiaban todo lo que se movía en cocina. Volvió a pasar el día de mi visita; unos turistas rusos no violentos ni votantes de Putin se interpusieron en la masterclass que se ofrecía para mi persona desde el interior del local. Estuvieron a punto de provocar un conflicto diplomático a tres bandas al no dejarme grabar de forma apropiada aquello que luego debía copiar en la intimidad de mi casa en la que no suele haber turistas. La cosa no fue a más y pude presenciar el acto de creación de un dumpling o ravioli chino. Aunque podría decir que todo salió mal en casa por culpa de los rusos y me serviría como excusa. Bolcheviques.
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Nanit es la unión de Jun y Qing con su fuerza arrolladora. Nanit es cocina china de verdad, alejada de imposturas vergonzantes en menús de 7 euros. Jun y Qing defienden sus precios, métodos, calidad y artesanía ante productos congelados de dudosa procedencia y lo hacen proclamando su compromiso públicamente desde su ventanal en tal privilegiada esquina. Todo se hace al momento, a la vista y es elaborado por las manos de su experto marido, Qing. Negocio familiar, modelo de honradez y dignidad que resiste desde hace muchos años habiendo llegado a conseguir una fama más que respetable. Su competencia no es el chino barato donde llenarse la barriga por cuatro euros. Se ofenden con razón ante negocios que degradan la gastronomía china, por eso Nanit se merece una gran muralla si hiciera falta. Los enemigos de la cultura gastronómica no disfrutarán en un local que tiene que justificar sus precios ante clientes que solo buscan rollitos congelados fritos y se sorprenden cuando llega la cuenta final. Amigos, calidad y artesanía en vivo y en directo.
A Nanit me enviaron a aprender a elaborar dumplings, otro de esos retos fáciles a priori que pensaba superar sin problema alguno para, al final, encontrarme pensando por qué no nací en Pekín. Del perfecto dumpling chino acabé en la empanada argentina feísta, hija de una mala resaca pasando por mi casa una tarde de junio. Ahí mi talento transformador de ideas y conceptos.
Para elaborar dumplings solo necesitas harina, agua, sal y lo que quieras meterle dentro, preferiblemente siempre algo de cerdo como la panceta aunque puedes elegir gambas, verduras, pollo o jamón de unicornio si lo encontraras. Jun comentaba que cualquier cosa vale porque en China se lo comen todo. Pues hagan caso y no se corten.
La elaboración es simple: mezclas harina y agua con un poco de sal y amasas hasta conseguir una masa firme para estirar y cortar a trocitos para obtener tu ravioli. Cuando la masa es suave y no se pega ya la tienes lista. Parece fácil y creí haberla hecho igual, pero el resultado fue un dumpling de imitación bastante pobre. Las manos de Qing, el maestro artesano, no son como las mías, torpes y más acostumbradas a comer bocatas que a elaborar delicadas masas. Uno es de Terrassa y no da para mucho más.
Con la masa reposada la estiré y la corté a trozos. Intenté imitar los delicados gestos de Qing para rellenar y dar forma a los dumplings como había grabado con los rusos al lado, pero tuve que hacer frente a una especie de parálisis artrítica reumática y lo que conseguí fueron amorfas unidades de no sé bien qué. Para el relleno de unos elegí panceta de cerdo con scamorza affumicata, pollo desmigado para otros y champiñones con cilantro en los últimos, siguiendo los sabios consejos de meter aquello que quisiera y quedar además como un buen veggie. Todo muy lejos de la perfección del dumpling de Nanit. Solo puedo aceptar mi derrota inapelable. Hay que mejorar la masa y practicar movimientos manuales delicados.
Uno no suspendía siempre plástica en el colegio para ponerse luego a elaborar genialidades manuales como si nada. Si uno es un fracaso cantonés, pues se reconoce. Mejor que vayan a visitar a Jun y Qing y disfruten de verdad.