El equipo de balompié de Barcelona tiene una estrella argentina llamada Leo Messi que en los últimos años ha destacado por meter muchos goles –incluso cruelmente cuando su equipo ya gana cinco o seis cero–, por no querer que lo cambien nunca, decir a los compañeros que se la tienen que pasar a él todo el rato, y por otro lado, en declararse con toda la jeta como ajeno a su propia evasión de impuestos. Esto es especialmente singular si acordamos que el equipo de Barcelona tiene a los mejores jugadores del mundo. Hasta ahora, el resto de cracks reaccionaban con una especie de sumisión e impotencia, etcétera, –famoso es el puñetazo que le atizó Messi a Villa en el vestuario por no pasársela un día–. Sin embargo este año las cosas han cambiado; el Barcelona ha fichado al nuevo crack mundial emergente llamado Neymar. Su manera de gestionar el asunto es muy típica de los pícaros brasileños, esos que sonríen mientras se acuestan con tus hermanas y tu madre. Neymar, al mismo tiempo que demuestra su tremenda calidad y superioridad en el campo, se la pasa todo el rato a Messi. La sensación final es que deja en ridículo a este último por exceso, como si estuviera caricaturizándolo, como si le dijera: “Toma niño mete tu gol, mejora esos récords, ya llegará el día del Bayern de Múnich y tendré que resolver yo la papeleta”. La expresión “Hacer un Neymar” está empezando a calar en todos los aspectos de la vida cotidiana, piensen aplicaciones.
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Fidel Castro y Barcelona

Este último verano se ha traspasado una línea: el 98 por ciento de la ocupación hotelera de BCN. Con la estabilización como la ciudad mundial con más pernoctas en Airbnb, la ciudad, pequeña a la fuerza por estar encajada entre la montaña y el mar, se ha convertido en impracticable; las colas en la Casa Batlló o la Pedrera, pese a costar 20 euros la entrada, han sido de impresión. 

Muchos barceloneses se quejan de que, con unos ingresos mensuales de la mitad o el tercio de los turistas europeos, cuyos países nos colonizan económicamente, apenas pueden acceder a los sitios sagrados de la ciudad. Si nos es permitido, desde esta columna cítrica, aportar soluciones al asunto, la que nos parece más justa de cara al futuro es poner horarios y tarifas especiales para nacionales, al más puro estilo Fidel Castro ¿El problema? No es únicamente que no tengamos un gobierno socialista que mire por sus ciudadanos en lugar de por el business, es además el neofeudalismo catalán. Está claro, el Ajuntament, de un partido político que solo representa a un segmento de España como es CIU, no puede fomentar esa política, a no ser que fuera solo para catalanes y quedaran excluidos el resto de españoles.
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70 %

de los barceloneses se confiesan con mayores problemas económicos que en 2007. En el mientras, Artur Mas redobla sus aquelarres paganos panalemanes, con sus pacíficas cadenas cargadas de sórdida violencia étnica o sus miles y miles de enchufados manejando papeleos de corte “identitaria”, la última Encuesta de los Servicios Municipales.