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Tan pronto una se levanta pensando que en las Drassanes se erigirá sí o sí un monstruoso hotel de lujo de la cadena Praktik –pasándose por el forro todas las reclamaciones de los vecinos y el sentido común–, como una se incorpora segura de que uno de los 3 hoteles proyectados en Ciutat Vella se irá seguro al carajo, porque lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. En qué lado de la pista caerá la pelota es una pregunta para Woody Allen. Hasta ahora, lo que sabemos es esto.

Al Ayuntamiento no le hace excesiva gracia comerse con patatas el hotel del Rec Comtal, ya inevitable, ni el albergue de la Villa Olímpica, ni el Praktik en Drassanes, el hotel de lujo cuya construcción supone una verdadera agresión al sur del Raval, digna de los peores gángsters. Pero los tres tienen la licencia aprobada. Algunos días, Urbanismo promete buscar hasta el más pequeño de los resquicios legales para frenarlo, y otros, como si preparara el terreno, promete en el peor de los casos hacer todo lo posible para limitar su impacto. En el caso que nos ocupa, la respuesta es la más difusa: BComú y ERC han acordado “trabajar para intentar rebajar las pretensiones del promotor del hotel” y todo lo que proponen a los vecinos es incorporarlos a las negociaciones con Praktik. Que por cierto, ya ha amenazado con demandas millonarias al Ayuntamiento si dificultan su construcción.

Así que, como en cada historia que merece la pena en esta ciudad, los vecinos han cogido el toro por los cuernos –aunque no les guste la tauromaquia– y se han propuesto evitar la estocada final. Ya tienen un resquicio. Resulta que el proyecto tiene, por arte de birlibirloque, 617,24 m2 más de lo previsto y permitido por la modificación del PERI (Plan Especial de Reforma Interior) que se aprobó en 2003 y por el posterior proyecto de reparcelación.

¿De dónde salen estos 600 metros añadidos? Han sido presuntamente trasladados de bloque B al A. No olvidemos que el proyecto del Praktik consta de dos edificios: el B, que estaría en el carrer Perecamps y tendría una planta baja más cuatro de altura, y el A, entre las calles Cid, Mina y Portal de Santa Madrona, separado, en un edificio de planta baja más 5 de altura y una torre encima –de ahí lo del monstruo– de 4 pisos. Pero, como hacen los trileros, de repente, ahora me ves, ahora no me ves y el bloque A gana 617,24 m2 mientras el B pierde 697,85 m2.

Este traspaso solo se podría hacer con una modificación de la Modificación del PERI del Raval en el sector Drassanes que, dicho sea de paso, habría dado lugar a un procedimiento diferente de la rápida tramitación de este expediente. Praktik tramitó su licencia en marzo de 2015 y el 23 de abril, sant Jordi mediante, obtuvo su certificado de aprovechamiento turístico. A los vecinos les parece que la chapuza ha justificado las prisas, no sea que alguien descubriera el pastel.

A la irregularidad que podría tumbar el hotel, se suma la desaparición, mientras buscábamos la bolita entre los cubiletes, del 25% de vivienda social a la que el proyecto estaba obligado por normativa. “La ciudad no es un mercado donde el urbanismo está al servicio de un grupo de empresas y no de los ciudadanos”, suspira Mario Aguiló, vecino y miembro de Salvem les Drassanes.

A su voz se suman otras, como la de Cristina Abelló, vecina y profesora del barrio que integra la Assemblea de Docents: “Para que el barrio tenga vida necesitamos que haya comercios de proximidad y no tiendas de souvenirs”. En julio de 2015, participó en la okupación del Solar de la Muralla en el carrer Sotstinent Navarro del Born, en el que se colgaron retratos de los vecinos y una pancarta que proclamaba “Vivim Aquí”, para reivindicar un patio para la escuela Baixeras que tiene a sus niños en el terrado del edificio. “Que haya niños en la calle sirve para medir la calidad de vida de un barrio –argumenta–, un hotel de lujo no les aportará nada.”

En la plaza Blanquerna, donde se erigirá la mole, hay una escultura que inspira a Abelló, la de una niña enfrascada en un libro y un niño corriendo a su alrededor, obra de Núria Tortras. La paz y la libertad que le dan, están lejos de conservarse en un distrito donde el precio del metro cuadrado ha subido un 15,7% en 2016, según Idealista. Un distrito en el que hay menos niños que en cualquier otro de la ciudad: si la media en Barcelona es de 12,4%, en Ciutat Vella los niños representan el 9,9% de la población. Que el censo nos diga que un 11% de la población se ha marchado en los últimos diez años, cifra que en el Gòtic alcanza a casi la mitad de los vecinos, no parece ser suficiente para frenar la sangría. La ingeniería de la perversión avanza y de momento no parece que ninguna heroína la frene.