Nuestro fútbol femenino vivió el año pasado su particular boom. Por primera vez, el FC Barcelona en la final de la Champions. Un mundial de selecciones más visto que nunca. Y récords de asistencia en los estadios: 60.739 personas en el Atlético-Barça. “¡Ya era hora de que se hiciera mucho más visible!”, opinó el presidente Pedro Sánchez.

“Te estás perdiendo la mitad del espectáculo!”, clamaba una nueva campaña de la Generalitat para los espectadores del deporte masculino.

Campaña #ThoEstasPerdent: «Si no veus esport femení, t’estàs perdent la meitat de l’espectacle»

Todo va genial, todo el mundo está comprometido, qué bien. Si no fuera por un pequeño detalle: el sueldo de las jugadoras. 2019 también fue el año de la huelga de futbolistas. Todo para llegar a los 1.000 euros al mes. Brutos, por supuesto.

Sábado 15 de agosto de 2020.

Por fin, las futbolistas de primera división ven publicado su primer convenio colectivo en el Boletín Oficial del Estado (BOE). Retribución mínima de 12.000 euros anuales, 16.000 si el contrato es a jornada completa y derecho a renovación automática por una temporada en caso de embarazo. Parecen derechos básicos, o incluso muy básicos, pero el camino para llegar allí no ha sido nada fácil. Durante casi dos años, las jugadoras han vivido una explosión de popularidad mientras ponían el foco en los salarios mínimos, la parcialidad de contratos y los derechos de maternidad.

Primero fueron meses de negociaciones infructuosas con la Asociación de Clubes de Fútbol Femenino (ACFF), lo que vendría a ser la patronal de su sector. En octubre vino la asamblea, donde un 93% de las casi 200 jugadoras presentes votó por la huelga indefinida. Y semanas más tarde, sus consecuencias: suspensión de la novena jornada de liga. Fue toda una demostración de fuerza, ¡solo una defensa de la Real Sociedad se presentó al estadio!

Pero la trama no se quedó ahí. Después de una tregua para volver a las negociaciones, el 2020 se estrenó con un preacuerdo anunciado a bombo y platillo. Pero la firma definitiva, la de verdad, quedó estancada durante meses por pequeños detalles y en los primeros partidos postpandémicos las jugadoras se volvieron a reivindicar. Esta vez, quedándose paradas durante los 30 segundos iniciales del partido, para recordar que la huelga podía volver. Y al final, el BOE.

¿Por qué costó tanto?

Si lo miramos con la precaución de la perspectiva histórica, es cierto que todos los derechos se han conseguido después de sacrificios colectivos importantes. Pero en este caso concreto, el conflicto no se entiende sin una disputa que sobrevoló todas las negociaciones: los derechos televisivos. La lucha entre productoras para poner competiciones deportivas en sus parrillas es al mismo tiempo una de las vías de ingresos más codiciadas de los clubes deportivos del siglo XXI. En el fútbol femenino español, el ganador había sido Mediapro, que meses antes de todo este lío cerró un acuerdo con los clubes para retransmitir los partidos durante 3 temporadas a cambio de 9 millones de euros.

La Real Federación Española de Futbol (RFEF) se había quedado fuera del pacto y se negó a aceptarlo: como no habían contado con ellos, que son los organizadores de La Liga, no lo consideraban válido. No sólo eso, sino que ofrecían más dinero a los clubes para que renunciaran a su acuerdo previo y así poder gestionar ellos mismos los derechos. Barça, Madrid, Athletic y Sevilla se sumaron al bando de la RFEF, y en medio de todo esto, los equipos más pequeños decían que o les daban más dinero por sus imágenes, o no tenían suficiente cash para pagar lo que pedían las jugadoras. En definitiva, toda una batalla comercial entre ellos -clubes y federación, ambos dirigidos por hombres- para ver quién se queda con los beneficios que generaban ellas -las jugadoras-. Y mientras nadie ganaba esa guerra, a las futbolistas se les negaba la posibilidad de un sueldo mínimamente digno.

La situación se alargó muchos meses y como era previsible, la salida a esta encrucijada se encontró con una inversión extra. 1,5 millones de euros para apaciguar a las partes y desbloquear de una vez los derechos televisivos y el convenio. Pero ese presupuesto no salió de ningún plan institucional para el deporte femenino, ni tampoco de un agujero en las generosas arcas de Barça o Madrid. El dinero desbloqueador lo entregó Mediapro a todos los clubes menos Barça, Madrid, Atlético y Sevilla. La productora también permitió que la RFEF gestionara parte de los derechos televisivos, pero asegurándose poder emitir al menos dos partidos semanales por su televisión GOL TV.

Suerte que todo va genial y todo el mundo está muy comprometido con el fútbol femenino.