El futuro es, ante todo, una absurda y premonitoria ucronía de nuestras inminentes sospechas. Esta caterva de fabulaciones claudica ante la verdadera versión de los hechos, solo para recordarnos que podría haber sido de otra forma, que teníamos la clave para cumplir con el destino soñado y que el único culpable de haber creado esta superchería llamada presente es nuestra connatural predilección por la memez y la estulticia.

Estos son unos ejemplos retrotraídos del futuro, desde el que os advierto que, hagáis lo que hagáis, estáis todos condenados.

[dropcap type=»circle» color=»#ffffff» background=»#a9cb60″]1[/dropcap] La huertificación de Barcelona. Nuestros arrebatos ecologistas siempre han supuesto una especie de pantomima primermundista que provocarían el bochorno de cualquier aborigen. Esta hilarante defensa de las zonas verdes, el reciclaje y la lucha por convertir cualquier cosa en sostenible han desatado el caos más delirante, convirtiendo la ciudad es una especie de invernadero. Todo barcelonés comprometido comenzó a hartarse de pagar un dineral por los productos “ecológicos”. Tras gastarse los ahorros en croquetas de tofu en el Veritas, decidieron unirse a la moda de los huertos urbanos. Los patios interiores, las terrazas, los tejados e incluso algunos salones se destinaron a la entrañable labor de plantar hortalizas. Poco a poco se fue invadiendo la calle, respetando tan solo el carril bici. A vista de pájaro Barcelona es ya un inmenso campo de plantación y es casi imposible transitar sin pisar tomates. La gente abandonó sus trabajos para mejorar sus cosechas. Fue uno de nuestros momentos de mayor catetismo colectivo. Ruralizamos todo lo edificado y acabamos construyendo los bloques de pisos en los campos de trigo de Osona.

[dropcap type=»circle» color=»#ffffff» background=»#a9cb60″]2[/dropcap] Cuando todo es arte. O sea, cuando nada lo es. Siempre hemos tenido mucho afán de demostrar al mundo nuestra admirable apertura de miras. Somos vanguardistas, modernistas y efectistas. Esto se nos acaba yendo de las manos en 2029. La primera exposición de colillas realizada por un barrendero de BCNeta! arrasó en el Caixa Forum y abrió definitivamente la veda que muchos años atrás habían perpetrado los Manel en la industria musical. Fotografías de chicles adheridos al pavimento vendidas como el súmmum de la creatividad aleatoria y colectiva. Un escultor de aire, un poeta que no usa vocales. Fuimos pioneros en todo. Un café con leche pasó a costar el triple por su transmutación en arte efímero. Y es que si todo es arte, nada se hace por amor al arte.

[dropcap type=»circle» color=»#ffffff» background=»#a9cb60″]3[/dropcap] Tras el cambio generacional que supuso la liberación de las artes predictivas, hasta entonces restringidas al horario de Teletienda y reservadas a personajes estrafalarios atufando a incienso, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez tomaron el testigo y comenzaron a liderar el sector. Ada Colau aprovechó los errores garrafales de estos para ponerle una túnica a Pablo Iglesias y montar una secta llamada Cruïlla Cultural.

[dropcap type=»circle» color=»#ffffff» background=»#a9cb60″]4[/dropcap] Las Ondas Gravitacionales. Allá por el año 2016 se descubrió que Einstein la había clavado con su teoría de la relatividad general, que incluía una especie nueva de ondas que suponían algún tipo de curvatura del espacio tiempo. Este hallazgo fue tan trascendental como inútil: nadie sabía qué hacer con ello. Unos científicos catalanes en paro, tras veinte años apuntados al INEM desarrollaron por aburrimiento una atracción nueva para el parque de atracciones del Tibidabo: era una actualización de la antigua sala de los espejos, en la que uno se podía contemplar graciosamente deformado. En este caso las Ondas Gravitacionales te permitían estar simultáneamente en Catalunya y en España, en la Unión Europea y en los Emiratos Árabes, en la época de la revolución industrial y en la posterior huertificación de Barcelona, e incluso en situaciones más locas. Algunos trataron de pagar después con pesetas, otros, como Jordi Pujol y la Infanta Cristina, pagaron directamente con bitcoins.